El derecho del pueblo palestino a la memoria y al futuro


por George Bisharat


¿Por qué tendrían algunos pueblos el derecho a recordar, mientras a otros se les exige olvidar? Esta cuestión es especialmente candente en estos días del año, ahora que nos encontramos entre el Día del Recuerdo del Holocausto a comienzos de primavera y el aniversario del lunes en que Israel declaró su independencia, el 14 de mayo de 1948.

En los meses alrededor de esta fecha, las fuerzas judías expulsaron o intimidaron para que se fueran a unos 750.000 palestinos. Una sociedad viva, palpitante, que había existido en Palestina durante siglos, fue golpeada y fragmentada, y una nueva sociedad fue construida sobre sus ruinas.

Pocas familias palestinas carecen de una historia de pérdidas personales desde este periodo – un pariente asesinado, o una rama de la familia que se refugió en el norte mientras los otros se refugiaron en el este, y nunca más se pudieron reunir, o casas, oficinas u otras propiedades saqueadas. Desde entonces siempre han conmemorado en todo el mundo los palestinos el 15 de mayo como el Día de la Catástrofe (Nakba).

Nadie con principios éticos podría exigir a los judíos “olvidar el Holocausto”. De hecho en las últimas décadas hemos podido ver a las víctimas de esa terrible época no sólo recordando, sino también recuperando pinturas y bienes raíces saqueados por los nazis – cosas que son totalmente justas.

Otras víctimas de injurias masivas – los japoneses americanos internados, los africanos americanos esclavizados, los armenios sometidos a genocidio – reciben en el peor de los casos respetuosas consideraciones, aunque las respuestas a sus demandas se sigan retrasando.

Sin embargo, en las conversaciones con los israelíes y con algunos americanos, a los palestinos se les exige repetidamente que “olviden el pasado”, se les dice que mirar atrás “no es constructivo” y que “no nos acerca a una solución”. Irónicamente, los palestinos están viviendo a diario las consecuencias del pasado – bien como exiliados de su propia patria, bien como miembros de una minoría oprimida dentro de Israel, bien como sujetos de una ocupación militar brutal y violenta.

En Occidente se nos recuerda extensamente el sufrimiento del pueblo judío en la Segunda Guerra Mundial. Nuestros periódicos publican muchas crónicas de los supervivientes del holocausto nazi, especialmente cuando se acerca el Día del Recuerdo del Holocausto (una fiesta nacional israelí que es ampliamente observada en los Estados Unidos). Mi hija ha leído al menos un libro cada año sobre el Holocausto nazi desde que llegó a la enseñanza media. El año pasado, sólo en literatura inglesa de noveno, leyó tres. Pero raramente conocemos el efecto de la política de Israel sobre los palestinos.

La “seguridad del pueblo judío” es el argumento que ha justificado la apropiación de Israel de las tierras de Palestina. En Cisjordania la mayoría de los niños palestinos tienen que negociar en al menos uno de los 500 puestos de control israelíes poder llegar a la escuela cada día. Mientras tanto, el programa de colonización de Israel sobre Cisjordania sigue avanzando sin retraso, implantando nuevos asentamientos israelíes que deben ser “protegidos” de esos palestinos que no aceptan el robo de sus casas y tierras.

La primacía de la seguridad judía sobre los derechos humanos de los palestinos – a la salud, a la vida en paz, a la educación, a la propiedad, y también a la seguridad – se cuestiona muy raramente.

Desgraciadamente, el recordar el Holocausto nazi – algo que moralmente todos debemos hacer – se ha convertido en algo aparentemente vinculado con la amnesia que algunos quieren imponer a los palestinos, y en un instrumento para obtenerla. Israel aparecería envuelto en un aura de virtudes éticas que convertiría en “antisemita” cualquier crítica a su negación de los derechos palestinos.

Como ha señalado recientemente la periodista israelí Amira Hass: “Convertir el Holocausto en un activo político le sirve a Israel fundamentalmente para su lucha contra los palestinos. Cuando el Holocausto está en la palestra, junto con la (correcta) conciencia de culpabilidad de Occidente, la expropiación del pueblo palestino de su tierra natal en 1948 se minimiza y se oculta.”

Lo que todo esto demuestra es que la memoria no es una capacidad pasiva. Es una expresión de poder el decidir quién puede recordar y a quién se le debe hacer olvidar.

Además, y de modo igualmente importante, la memoria puede suministrar un proyecto de futuro – una visión de la solución a encontrar, o de unos efectos a evitar. Mi padre era palestino y creció en Jerusalén antes de que se fundara Israel y los palestinos fueran expulsados, cuando musulmanes, cristianos y judíos vivían en paz y con mutuo respeto. Recordar este pasado nos da una visión para un futuro alternativo – uno con derechos iguales para todos y con tolerancia, más que de dominación de un grupo étnico-religioso sobre los otros.

Y es que realmente a los palestinos no se les está conminando sólo a olvidar su pasado, sino también a olvidar su futuro. Pero nunca lo harán.


George Bisharat es profesor de Derecho en el Hastings College of the Law de San Francisco.


Fuente: San Francisco Chronicle, 13 de mayo de 2007
Traducción Observatorio de la Islamofobia