Libros: Las reglas del juego

Un informe de un organismo inglés acusa al gobierno de Blair de manipular el terrorismo para ganar poder y socavar las libertades

por Leonardo Boix


Andrew Blick, Tufyal Choudhury y Stuart Weir: The rules of the game: Terrorism, community and human rights [Las reglas del juego: Terrorismo, comunidad y derechos humanos]. Essex: University of Essex, Human Rights Centre, 2006.

El gobierno laborista del primer ministro británico, Tony Blair, aprovecha sus políticas del “miedo al terrorismo” para aumentar la autoridad y los poderes que le concedió la ciudadanía de Gran Bretaña, abusando en forma flagrante de los derechos humanos y civiles internacionales y coartando las libertades individuales de las personas.

Esta es la contundente conclusión del informe Las reglas del juego, realizado por tres investigadores de Joseph Rowntree Reform Trust, con sede en Essex, en el sureste de Inglaterra.
Los investigadores son: Andrew Blick, investigador del organismo Auditoría Democrática y exconsejero del parlamentario laborista Graham Allen; Tufyal Choudhury, profesor de derechos humanos de la Universidad de Durham (norte de Inglaterra), y Stuart Weir, director de Auditoria Democrática y jefe del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Essex.

El informe señala que, desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, el gobierno laborista de Blair utilizó poderes y mensajes a la población “totalmente desproporcionados” para referirse a la llamada “guerra contra el terrorismo”, como fue llamada por su máximo aliado internacional, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush.

Retórica de guerra

Según el documento, el gobierno laborista no ha mantenido una sensación de proporción y pone en peligro los valores esenciales de la democracia.


Frases pronunciadas como “Gran Bretaña está bajo la sombra terrorista” (Tony Blair, agosto 2005) o “Un ataque terrorista es inevitable, habrá muertes masivas” (Ian Blair, alto comisionado para Scotland Yard, noviembre 2005), han provocado una “retórica de guerra que generó una contra-retórica, de la cual los derechos humanos y el respeto a las leyes internacionales han sido las primeras víctimas”.


En el documento se denuncia, entre otros, al primer ministro Blair, a su ministro del Interior, John Reid, y al jefe del Tesoro, Gordon Brown, por “utilizar con frecuencia el término ‘balance’ entre seguridad interna y derechos humanos”.


“Esta es una opción falsa, ya que la seguridad de las personas es en sí misma el principal derecho humano ‘el derecho a la vida’, además de ser el componente central de la Convención Europea de Derechos Humanos”, destaca el informe.


Para los autores del documento, el mayor “balance” se da entre los derechos de la mayoría de la población y las minorías, especialmente entre los musulmanes. En ese sentido, denuncia que los temores por la amenaza terrorista hayan sido cuidadosa y premeditadamente “racializados” por el gobierno.

El informe señala: “Estas medidas recalcitrantes de seguridad son posibles justamente porque la población en general no se siente vulnerable de estar bajo vigilancia constante, ni de ser víctimas de chequeos por lo que dice, de detenciones arbitrarias, golpes, cateos por parte de la policía, el arresto o, incluso, los disparos. Por el contrario, los musulmanes y otras minorías étnicas sienten ese peso sobre ellos”.

Así por ejemplo, el exministro del Interior David Blunkett -quien renunció a su puesto en enero de 2006- se refirió a ejemplos históricos para justificar medidas antiterroristas y otorgar poderes extraordinarios a la policía. Entre ellos, la detención ilimitada sin juicio previo a sospechosos de terrorismo.


En su ponencia frente al Parlamento, el 17 de febrero de 2004, Blunkett destacó que, durante la “guerra civil estadounidense de mediados del siglo XIX, Abraham Lincoln suspendió los derechos de habeas corpus, mientras que, durante la Segunda Guerra Mundial, en Gran Bretaña los ciudadanos eran detenidos sin juicio”.

El ex ministro no mencionó, sin embargo, las medidas extremas tomadas por el gobierno británico en Irlanda del Norte durante los conflictos contra el Ejército Republicano Irlandés (ERI) en las décadas de 1970 y 1980, como las torturas, represión y palizas a nacionalistas, que fueron criticadas por la población local y generaron un mayor apoyo popular al grupo armado.


Incluso, el actual ministro del Interior, Reid, fue más allá que su antecesor y comparó la “guerra contra el terrorismo” con la guerra británica contra la Alemania nazi, además de proclamar, al mejor estilo del expremier conservador Winston Churchill, que la batalla contra el extremismo musulmán “supera en gran medida a la Guerra Fría” (1 de noviembre 2006).

El informe resalta que este tipo de mensajes “del miedo” son “totalmente desproporcionados” y subraya que existe una dimensión internacional en la percepción del terrorismo en Gran Bretaña, en términos de la desacertada política exterior de Blair.

Abusos

“Los ministros británicos se quieren mostrar muy poderosos frente a las amenazas, porque temen que, si ocurre un atentado, la población los señalará como responsables por no ser lo suficientemente duros. Esto es un error, de hecho un grave error, porque esa retórica está generando más odio, más segregación y violencia racial y religiosa”, explica en el informe Blick, autor, entre otros, del libro People who live in the dark (2003, Democratic audit.) y How to go to war: a manual for democratic leaders” (2004, DA).


En ese sentido, precisó datos
concretos y escalofriantes: el 14 por ciento de todos los musulmanes dijo haber sido víctima de abusos físicos, verbales o psicológicos; el 3 por ciento reportó haber sido atacado salvajemente por ser musulmán; el 5 por ciento dijo que fue detenido, palpado y manoseado por policías británicos armados, sólo por tener aspecto musulmán; el 32 por ciento sintió que, desde 2001, ha sido blanco de hostilidades, ya sea por las autoridades policiales o por sus vecinos; en tanto que el 42 por ciento se siente objeto de sospecha terrorista, sin fundamento alguno, sólo por prejuicios y su aspecto físico.

Más: uno de cada cuatro musulmanes consultados (de 5 mil 500) dijo para el informe que teme ser atacado por su color de piel, origen étnico o religión; cerca del 44 por ciento afirmó que experimentó trato injusto en el mercado de trabajo en relación con la posibilidad de promoción o progreso en la escalera laboral, sólo por sus creencias religiosas.

El informe revela, además, que a la mayoría de los británicos les disgusta que las autoridades les pidan elegir entre su nacionalidad británica y su condición de musulmán. Ellos dijeron sentir que la “lealtad” requerida al Estado es equívoca e injusta, “ya que la nacionalidad y la religión no son mutuamente exclusivas”.


El 72 por ciento de los musulmanes británicos admitió también que, por ese motivo, se siente “extranjero” en su propia tierra. “Nos sentimos extranjeros cuando nos piden que elijamos entre el Islam y Gran Bretaña. Nadie le pide a los británicos que siguen a la Iglesia de Inglaterra elegir entre ésta y el Estado”, declaró Mohamed Assad, de 33 años y uno de los 3 mil 500 británicos-paquistaníes consultado por los investigadores del informe.


En ese sentido, el documento recolectó experiencias y denuncias de musulmanes que viven en el país.

Entre ellas, se encuentra la del pakistaní-británico Ahmed Mustafá, quien declaró que la mayoría de los británicos “asocia ser musulmán con el terrorismo”. “Esta es la consigna. Cada vez que salgo del trabajo, recibo algún tipo de abuso porque uso túnica y llevo barba. Lo primero que me gritan es: 'Osama Bin Laden, los tuyos son los asesinos'”.

Veena Rahid, una bengalí de 27 años, contó, por su parte, que al tomar el autobús cada día en Londres, “muchos se levantan de sus asientos y prefieren sentarse en otro lado; hasta me pidieron que me quitara el velo del rostro (…) Creen que llevo una bomba debajo de mis ropas. Me han escupido, pero si alguien se niega a sentarse al lado mío, qué puedo hacer para convencerlos de que soy una madre trabajadora, con hijos, profesora de escuela”, dijo.


Estas experiencias tuvieron además un correlato escalofriante con los datos sobre las medidas y políticas aplicadas en los últimos años por Scotland Yard, los servicios de Inteligencia británicos y las agencias de seguridad y espionaje, como el MI5 y el MI6.

Desde 2001, la policía interceptó sin autorización 1788 llamadas telefónicas. Esa cifra fue de 1885 en 2002; 2525 en 2003, y 3101 en 2004. En el último año, las intercepciones a supuestos “sospechosos de terrorismo” ascendieron a 12.300.


Además, el índice de detenciones a personas sólo por su aspecto físico, racial o creencias religiosas islámicas, aumentó en 302 por ciento entre el período comprendido de 2002-2003 a 2005.

El informe es tajante: las políticas del gobierno en materia de seguridad y contra el terrorismo están teniendo un impacto negativo en las relaciones comunitarias, como también en el debate abierto sobre los errores cometidos por Londres en su política exterior.


En ese sentido, considera “esencial” que las autoridades no señalen a “una comunidad”, sino a “individuos específicos” como responsables de “crímenes” y no de “actos de guerra terrorista”.

El documento señala que los intentos, con claro interés político, por parte de Blair y sus ministros para hacerse ver como los únicos defensores creíbles contra el terrorismo -atacando a jueces y denigrando a los políticos que se oponen a ellos-, ponen en serio peligro la habilidad de la nación para lidiar racional, proporcionada y efectivamente contra la amenaza seria del terrorismo que ellos supuestamente buscan extinguir.


El documento concluye: el terrorismo posee raíces sociales, económicas y culturales tanto en Gran Bretaña, como en el resto del mundo. Mientras que la noción de “derechos humanos” sea considerada sólo como “derechos civiles y políticos”, existirá la desigualdad, y la violencia. De hecho, existe una interdependencia con los derechos de “igualdad” y libertad contra la discriminación y el acceso completo a los derechos económicos, sociales y culturales. “Este marco humano más amplio, servirá para crear políticas más comprensivas y de principio, que luchen contra el problema del terrorismo, reduciendo la exclusión social, la desigualdad y la discriminación”.

Acceder al informe completo (formato pdf):