El odio religioso no es más que una variedad de racismo



por Soumaya Ghannoushi


Tras su absolución del cargo de incitación al odio racial, a Nick Griffin [líder del neonazi British National Party] le han preguntado si es un racista. Ha contestado que ya no lo es, que ahora es un “religionista”. ¿Debemos creer que Griffin ha abandonado realmente el racismo que sustenta su ideología y la del partido que lidera? Por supuesto que no. Todo lo que ha hecho Griffin es pasar de un tipo de racismo a otro –sin romper con el primero. De un discurso basado en el odio racial a otro basado en el odio religioso-racial. En las declaraciones por las que él y su lugarteniente, Mark Collett, fueron llevados a los tribunales, los dos pasaron sin esfuerzo de referirse al Islam como “esa fe malvada, viciosa” que “se ha extendido a partir de un puñado de lunáticos iracundos hace unos 1300 años” a hablar de los asiáticos como “ladrones”, “violadores”, “bastardos”, “cucarachas” y “étnicos” a los que se debía “mostrar la puerta”.

Estamos asistiendo a la aparición de un nuevo tipo de odio, donde religión y cultura se mezclan con raza y etnicidad. El clima generado por la “guerra contra el terror” –alentado todavía más por la reciente e incendiaria alocución de la directora general del MI5, Eliza Manningham-Buller- ha permitido que la extrema derecha reconduzca su veneno sobre el exclusionismo desde determinadas minorías raciales hacia determinadas minorías religioso-raciales: desde el negro y el asiático hacia el negro y el asiático musulmanes.

Al otro lado del canal, las palabras de Griffin han tenido su eco en el político de extrema derecha Jean Marie Le Pen, que unas veces habla de los árabes y africanos “enfermizos” y otras de los bárbaros y los musulmanes. Con toda la fealdad de su pensamiento, el British National Party, el Front National francés y los otros partidos afines, están exponiendo la fragilidad de las distinciones convencionales entre raza y religión. Cuando hablamos del Islam, en concreto, estamos hablando de una religión, cuya mayoría de seguidores no es blanca.

Esto es aplicable también a muchas comunidades musulmanas de Europa occidental, cuyos orígenes se consideran fuera de las fronteras imaginarias de Europa. La mayoría son antiguos colonizados que han hecho de las metrópolis sus hogares. La relación con estas minorías incluye varias dicotomías: entre el colonizado y el colonizador, entre el negro/oscuro y el blanco, entre el musulmán y el cristiano. Reducir los términos de esta relación a únicamente la raza es una burda simplificación.

Que raza y religión vayan de la mano en la definición del uno mismo y del otro, no es nada nuevo. En los tiempos medievales, la Europa Latina se refería a sus vecinos musulmanes con una mezcolanza de términos raciales y religiosos: "sarracenos", "agarenos", "árabes", "mahometanos" y "turcos". El mismo mecanismo está funcionando hoy. Las comunidades religiosas no son menos susceptibles de ser discriminadas, estigmatizadas y demonizadas que las comunidades determinadas exclusivamente por criterios étnicos.

Con los trágicos acontecimientos del 11-S y de las bombas de Londres de julio de 2005, la amenaza de grupos violentos como Al-Qaida y la ocupación de Afganistán e Iraq, se ha creado un clima político explosivo. En este contexto ha surgido un peligroso lenguaje que se mueve imperceptiblemente de raza a religión, de “terrorismo” a “Islam”, de “Al-Qaida” a “musulmanes”. La preponderancia de este discurso es tal, que ya no hace falta argumentar la conexión estos términos entre sí. Es suficiente con evocar “fanatismo”, “violencia” y “extremismo” para que “Islam” y “musulmanes” surjan en nuestra cabeza. Nos hemos deslizado cada vez más hacia la asociación directa y explícita de “Islam” y “musulmanes” con todo lo que en el mundo es “malvado”, “vicioso” y "peligroso".

El día que Griffin fue absuelto, Manningham-Buller hizo unas declaraciones públicas sobre la amenaza terrorista. En lugar del secretismo y la discreción a los que nos acostumbran los servicios de inteligencia, la cabeza del MI5 pareció transformarse en una política. La directora general del MI5 insistió en que sabía de 30 complots terroristas importantes. Si eso era así, ¿por qué no habían sido arrestados los conspiradores? ¿y por qué le daba credibilidad a encuestas lógicamente incomprobables que sugerían que 100.000 musulmanes británicos habrían estado a favor el año pasado de las bombas en Londres?

El Daily Telegraph ha retorcido las palabras de la jefa del MI5. “La amenaza de Al-Qaida” ha sido transformada en la “amenaza musulmana”, e “intentos de radicalizar y adoctrinar a nuestros jóvenes” en “la siguiente hornada de terroristas todavía está en las aulas”. Así hasta los niños musulmanes se están encontrando con que son blancos de la sospecha de todos, incluidos sus compañeros de colegio.

Estamos mostrando miedo y confusión en nuestras aulas, legándoles a nuestros niños la creación de la otredad. Día a día estamos moviéndonos hacia una sociedad del miedo y la sospecha. Al-Qaida ciertamente lleva una gran parte de la responsabilidad, pero no son menos responsables de ello los imprudentes juegos de los políticos, los “expertos” de los medios de comunicación y los partidarios del racismo religioso. Nosotros, la mayoría y la minoría, estamos cogidos en medio.


Fuente: The Guardian, 13/11/2006
Traducción Observatorio de la Islamofobia