Incitación al odio

Políticos y medios de comunicación crean un clima inquietante, explotando el miedo y la ignorancia sobre los musulmanes


por Soumaya Ghannoushi



Si miras las noticias de televisión o lees los periódicos, debes pensar que los musulmanes son el problema número uno de Gran Bretaña. Y además parece que todo el mundo compite frenéticamente por ofrecer remedios radicales para este mal crónico. Sólo se hace referencia al Islam y a los musulmanes como objetos de miedo y horror: terrorismo, matrimonios forzados, asesinatos de honor y fanatismo. En los últimos días la hostilidad contra los musulmanes ha dominado los medios de comunicación: desde la historia del policía musulmán eximido de su tarea de hacer guardia en el exterior de la embajada israelí, a los violentos ataques a una vaquería en Windsor propiedad de un musulmán, y a las quejas de Jack Straw sobre las mujeres musulmanas que se cubren. Se ha creado un clima inquietante.

Hundido en el cenagal iraquí y perdido en el laberinto afgano, Tony Blair se vuelve hacia los musulmanes de casa, exigiéndoles que compongan el desaguisado que han creado él y sus aliados neocon. Su secretaria para las comunidades, Ruth Nelly, se ha unido al derechista ministro francés de interior, Nicolas Sarkozy, en su lucha contra el multiculturalismo. El duro John Reid lanza su candidatura para la dirección del Partido Laborista discurseando a los padres musulmanes sobre cómo deben criar a sus hijos. David Cameron, siempre obsesionado por la imagen, busca atraer a los votantes de derechas con la promesa de “romper los ghettos musulmanes”, y Straw intenta reavivar su disminuida popularidad mostrando sus varoniles músculos ante el vulnerable sector femenino musulmán.

Si dejamos aparte el discurso diplomático sobre el Islam como “una gran religión”, la realidad es que los musulmanes se han convertido para los medios de comunicación y las elites políticas en un peligro para la seguridad y un vehículo útil de explotación política y de oportunismo. El discurso racista agresivo que en un tiempo estaba reducido al Partido Nacional Británico [neonazi], penetra ahora los círculos más mayoritarios. En vez de hacer un esfuerzo serio por abordar los muchos problemas a los que hacen frente los musulmanes, la atención se dirige sólo al tema del terrorismo. Al mismo tiempo que lanzan a los cuatro vientos discursos sobre integración, ciudadanía, derechos y deberes, la elite política y gran parte de los medios de comunicación practican sólo la lógica de la clasificación religiosa y étnica, no viendo más que razas y religiones. Los musulmanes no son ciudadanos, son sólo musulmanes. Sus problemas no son sociales, sino comunitarios. Son ellos los que deben resolverlos, mientras “la sociedad” se mantiene en guardia.

En lugar de enfrentarse a sus responsabilidades morales y políticas para combatir la ignorancia, nuestros políticos hacen todo lo contrario. Se entregan al alarmismo, juegan con los miedos de la gente y explotan la falta de familiaridad con el mundo musulmán. Así es poco sorprendente que el 53 % de los británicos vea hoy el Islam como “un problema”.

Con sus políticas de miedo y demonización, Gran Bretaña y Europa parecen estar en su camino de reemplazar el “problema judío” por el “problema musulmán”. Los musulmanes son hoy los destinatarios del discurso racista que en otros momentos alcanzó a los judíos o a los negros. La energía de la animadversión se ha reactivado hoy contra el “otro” musulmán, so pretexto de luchar contra el terrorismo y el “islamo-fascismo”.

El odio al otro nunca ha tenido sólo coartadas raciales. También ha pretendido justificaciones culturales y religiosas. El problema es que estamos mal preparados para enfrentarnos a este viejo-nuevo fenómeno –nos falta incluso una terminología para hablar de él. Podríamos llamarlo culturismo, en la línea del racismo. Ambos están íntimamente interconectados y son igualmente peligrosos y destructivos.

Europa no puede permitirse recrear los horrores de su no tan distante pasado. Es hora de que los que creen en una Gran Bretaña tolerante se junten en una amplia coalición que piense en la diversidad social. No se debe dejar que los mercenarios de la política y las voces del odio y del fanatismo tracen el destino de Gran Bretaña.


Fuente: The Guardian, 7 de octubre de 2006
Traducción Observatorio de la Islamofobia