"Nuestro reino del terror", por el Ejército israelí

En unos estremecedores testimonios que dan cuenta de secuestros, palizas y torturas, los soldados israelíes confiesan el horror que han conocido en Hebrón


por Donald Macintyre
Jerusalén



Tiene 22 años, el pelo oscuro, viste una camiseta negra, vaqueros y zapatillas rojas. Comprensiblemente, titubea mientras se sienta en una mesita de jardín en un hermoso lugar en alguna parte del Estado de Israel. Sabemos su nombre, y si lo mencionáramos se enfrentaría a una investigación criminal y posiblemente a una sentencia de cárcel.

Los pájaros están cantando mientras él describe en detalle algunas de las cosas que hizo y que vio hacer a otros cuando era un soldado en Hebrón. Y realmente fueron cosas criminales: incidentes en que los vehículos palestinos eran detenidos sin motivo, las ventanas reventadas y los ocupantes golpeados por atreverse a decir algo -por decir, por ejemplo, que iban en camino hacia un hospital. Incidentes como el del robo del tabaco de un tendero palestino, que fue golpeado "hasta ser un amasijo de carne" cuando protestó. Incidentes como el lanzamiento de granadas a través de las ventanas de mezquitas mientras la gente oraba dentro. Y cosas peores.

El joven ha dejado el ejército sólo a finales del año pasado, y su decisión de hablar es parte de un esfuerzo por exponer el coste moral pagado por los reclutas israelíes en lo que es probablemente el puesto más terrible dentro de los territorios ocupados. Aunque sólo sea porque Hebrón es la única ciudad palestina cuyo centro está directamente controlado por el ejército israelí las veinticuatro horas del día, para "proteger" a los colonos del ala extremista que se han establecido allí. Dice con firmeza que ahora lamenta lo que sucedió repetidamente durante su servicio de armas.

Pero sus nerviosas y frecuentes sonrisas y risitas muestran de vez en cuando la bravuconería que debió desplegar más de una vez cuando alardeó en los bares de sus hazañas ante sus compañeros. Una y otra vez se refiere al ex-soldado que le convenció de hablar con nosotros, y nos dice como buscando apoyarse en algo: "Ya sabéis cómo están las cosas en Hebrón".

El ex-soldado es Yehuda Shaul, que desde luego sabe "cómo están las cosas en Hebrón", pues no en vano ha servido en la ciudad en una unidad de combate durante los momentos más álgidos de la Intifada. Es el fundador de Shovrim Shtika ("Rompiendo el Silencio") que publica los estremecedores testimonios de 39 israelíes -incluido el de este joven- que sirvieron en el ejército en Hebrón entre 2005 y 2007. Estos testimonios abarcan todo un abanico de experiencias, desde enfado e impotencia ante el abuso violento ejercido contra los árabes por parte de los colonos judíos extremistas, pasando por el acoso llevado a cabo por los mismos soldados, hasta las palizas propinadas por estos soldados a los vecinos palestinos sin que mediara provocación, los saqueos de hogares y tiendas, o el abrir fuego contra manifestantes desarmados.

La ONG "Rompiendo el Silencio" busca -a través de las experiencias de los propios soldados- como dice su sitio web "obligar a la sociedad israelí a enfrentarse con la realidad que ha creado" en los territorios ocupados.

El público israelí vislumbró este año algo de la poco presentable actividad militar en Hebrón cuando un joven teniente de la Brigada Kfir llamado Yaakov Gigi fue condenado a una sentencia de cárcel de 15 meses. Gigi se llevó cinco soldados con él, secuestró un taxi palestino y llevó a cabo lo que los medios de comunicación israelíes denominaron una "carrera desbocada" en la que uno de los soldados disparó a un civil palestino que tuvo la mala suerte de encontrarse en el lugar equivocado. Luego trataron de mentir sobre todo lo ocurrido.

En una entrevista en el programa Uvda, del israelí Channel Two, Gigi, que había sido considerado previamente un soldado modélico, habló de haber "perdido la condición humana" en Hebrón. Preguntado qué quería decir, respondió: "perder la condición humana es convertirse en un animal".

El ejército israelí no se querelló contra el soldado que disparó contra el palestino, pero sí contra Gigi. El ejército insiste en que "los eventos acaecidos en el interior de la Brigada Kfir son altamente inusuales". Pero, como confirma el soldado de 22 años, que también estuvo en la Brigada Kfir, a "Rompiendo el Silencio", estos acontecimientos no son excepcionales. Nos dice que ciertamente él estuvo "muchas veces" en grupos que secuestraban taxis, sentaban al taxista en el asiento trasero y le decían que les llevara a lugares "donde se odia a los judíos" para "hacer un balagan" -término hebreo para "gran desastre".

"A nuestro jefe de pelotón se le iba un poco la olla, así que debíamos elegir casas y él nos decía: 'Okey, cualquiera que veáis armado con piedras o con lo que sea, me importa un bledo qué -disparad'. Todos pensarían que había sido fruto de la lucha entre facciones palestinas...".

¿Tú les disparaste? "Claro, y no sólo a los que tuvieran piedras, a cualquiera que se nos acercara... Algunos preferían disparar al abdomen, otros a las piernas..."

Usaron a un niño de 10 años para localizar y castigar a un lanzador de piedras de 15 años: "Nosotros sencillamente agarramos a un niño palestino que había en las cercanias, sabíamos que seguramente él sabría quién había sido. Digamos que le golpeamos un poco, para ponerlo suave, hasta que nos lo contó."

"El niño estaba realmente asustado, y se daba cuenta de que íbamos a acabar con él. Teníamos un comandante con nosotros que era un poquito fanático. Le dimos el niño a este comandante, que realmente le dio una paliza monumental... luego fue enseñándole todos los agujeros que nos encontrábamos en el camino y le preguntaba: '¿Es aquí donde quieres morir? ¿O aquí?' El niño decía '¡No, no!'."

"De todas maneras el niño estaba reventado y no podía sostenerse sobre sus propios pies. Lloraba y lloraba, y el comandante continuaba, 'no finjas' y le daba más puñetazos. Y entonces [nombre ocultado] que siempre se sentía mal con este tipo de cosas, llegó y le dijo al comandante de pelotón 'No lo toques más, ¿vale?'. El comandante dijo '¿Te has vuelto un rojo o qué?'. Y él replicó 'No, sólo que no quiero ver este tipo de cosas'."

"El resto no hicimos nada. Eramos indiferentes, sabes. Okey, tras los hechos tú comienzas a pensar. Pero hacíamos cosas así todos los días... Se convirtió en una costumbre..."

"Los padres lo vieron todo. El comandante ordenó a la madre 'No te acerques más'. Amartilló su pistola, que ya tenía una bala dentro. Ella estaba aterrorizada. Él puso el cañón de la pistola literalmente dentro de la boca del niño. 'Si alguien se acerca, lo mato. No me jodáis, que yo mato. Yo no tengo piedad'. El padre sostuvo a la madre y dijo 'Calma, dejadles ir, así lo soltarán'.

No todos los soldados que sirven en Hebrón se han convertido en "animales". Iftach Arbel, 23 años, de clase media-alta, residente en Herzylia, sirvió en Hebrón como comandante justo antes de la retirada de Gaza, cuando él pensaba que el ejército retiraría a los colonos también. Muchos de los testimonios, incluido el del Sr. Arbel, describen cómo los colonos educan a sus niños a una edad tan temprana como los cuatro años en tirar piedras a los palestinos, atacar sus casas e incluso robar sus propiedades. Para el Sr. Arbel los colonos de Hebrón son "pura maldad" y la única solución es "llevarse a los colonos".

Añade: "Hacíamos acciones nocturnas. Se escogía una casa al azar, sobre una foto aérea, para hacer prácticas de combate y todo eso."

Otro de los soldados que han testificado con él añade: "Hacíamos todo tipo de experimentos para ver quién se espatarraba mejor en Abu Snena. Poníamos a los palestinos contra el muro, hacíamos como que les estábamos cacheando, y les decíamos que abrieran las piernas. Abrelas, ábrelas, ábrelas, era un juego para saber quién lo hacía mejor. O comprobábamos quien podía estar sin respirar por más tiempo."

"Los asfixiábamos. Un tío venía y hacía como que los cacheaba, y de repente empezaba a aullar como si ellos le hubieran dicho algo y los asfixiaba... Para bloquear sus conductos respiratorios tienes que presionarles en la nuez de Adán. Mirabas la cara que ponían hasta que se desmayaban. El que tardaba más en desmayarse, ganaba."

Y había robos y violencia. "Había esa tienda de accesorios para coches allí. Cada vez los soldados decidían llevarse un reproductor de cds, o cualquier otra cosa. Ese tío, si le preguntas, te contará un montón de cosas que los soldados le hicimos."

El ejército dice que los soldados de las llamadas Fuerzas de Defensa de Israel operan de acuerdo a "un estricto conjunto de principios morales" y que la simpatía de los civiles palestinos hacia ellos no hace más que "incrementarse en todo lugar y momento en que los soldados israelíes entran en contacto con los civiles".

En su introducción a los testimonios, "Rompiendo el Silencio" dice: "La determinación de los soldados en cumplir sus misiones da paso a trágicos resultados: lo inconcebible se vuelve rutina... Estos testimonios ilustran la manera en que los soldados se sumergen en la brutalidad dominante, una realidad brutal en la que las vidas de muchos miles de familias palestinas están a merced de estos jóvenes. Hebrón es una lente flagrante por la que se puede ver la realidad a la que son enviados los jóvenes israelíes".


Una fuerza para la justicia

"Rompiendo el Silencio" fue creada hace cuatro años por un grupo de ex soldados, la mayoría de los cuales han estado destinados en unidades de combate de las Fuerzas de Defensa Israelíes en Hebrón. Ha recogido unos 500 testimonios de ex soldados destinados en Cisjordania y Gaza. Su primera aparición pública fue una exposición de fotografías hechas por soldados destinados en Hebrón. Recibe apoyo de grupos tan diversos como el Jewish Philanthropic Moriah Fund, el New Israel Fund, la embajada británica en Tel Aviv y la Unión Europea.



Fuente: The Independent, 19 de abril de 2008
Traducción Observatorio de la Islamofobia

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