La Liga Norte, el partido del miedo



Irene Fernández Velasco. Corresponsal.
La formación que lidera Bossi, xenófoba y antimusulmana, convence a muchos obreros desencantados con un mensaje populista. El Ayuntamiento de Adro, un pequeño pueblecito de Brescia, hace ya tiempo que ofrece una recompensa de 500 euros por cada inmigrante clandestino entregado a las autoridades. Las puertas de Cittadella, en Padua, están cerradas a cal y canto para los inmigrantes pobres, los que no tienen trabajo, los que han pasado por la cárcel y, en general, todos aquellos considerados socialmente peligrosos. Al alcalde de Schio, en Vicenza, lo que les molestaba era que los gitanos se instalaran en un descampado a las afueras de la ciudad, así que hace un par de años tomó una determinación: ordenó excavar, a lo largo del terreno, un foso de un metro de profundidad para que los carromatos de los cíngaros rumanos no pudieran cruzarlo.

Adro, Cittadella y Schio, como otras 200 localidades del norte de Italia, están gobernadas por alcaldes de la Liga Norte [Lega Nord], un partido que se ha convertido en el gran vencedor de las elecciones generales italianas al transformar un poco más que testimonial 4,5% de los votos que logró en los comicios de hace dos años en un consistente 8,3% actual.

De hecho el Pueblo de la Libertad, el partido de centroderecha, que lidera Silvio Berlusconi, ha obtenido prácticamente los mismos votos que logró en la elecciones de 2006 (en las que perdió frente a Romano Prodi): un 36% entonces frente al 37,4% actual. Si "Il Cavaliere" se ha anotado una victoria neta y rotunda es gracias al triunfo arrollador de sus socios de la Liga, convertida en el tercer partido político de Italia. «Hemos triplicado nuestra presencia en la Cámara de los Diputados y duplicado la del Senado», se congratula Roberto Castelli, ex ministro de Justicia del anterior gobierno de Silvio Berlusconi.

La Liga es un partido xenófobo, territorial, nacionalista, federalista y fuertemente anti musulmán. Defiende, por ejemplo, la prohibición de que se construyan nuevas mezquitas en Italia, y en ese sentido algunos de sus dirigentes no han dudado en pasear cerdos en aquellos terrenos en los que se pensaban levantar nuevos templos musulmanes para convertirlos en impuros.

La lucha contra la inmigración ha sido uno de los principales puntos de la campaña electoral de la Liga, asociada a la necesidad de fortalecer la seguridad. Y cuentan que Umberto Bossi, autor junto al posfascista Gianfranco Fini, de la actual ley italiana sobre inmigración, está trabajando en otro texto aún más duro.

Azuzar el fantasma del miedo es una fórmula que suele dar buenos resultados electorales. Pero, además, gran parte del éxito de la Liga radica en que ha logrado arrancarle seguidores a la izquierda, ganándose el apoyo de muchos trabajadores y jubilados de las grandes ciudades. En el hasta ahora bastión rojo de Bolonia, por ejemplo, la Liga ha duplicado su número de votos. Y lo mismo en otras muchas ciudades del norte de Italia, empezando por Milán. «Somos el partido de los trabajadores», proclama Bossi. Hasta el punto de que en el feudo obrero de la fábrica Fiat Mirafiori, en Turín, en breve la Liga abrirá una delegación. Algo hasta hace poco impensable.

Fuente: El Mundo, 17 de abril de 2008