Ellos creían que eran libres

Los alemanes entre 1933 y 1945


Extractos del libro They Thought They Were Free, de Milton Mayer, publicado originalmente en 1955.



"De lo que nadie parecía darse cuenta"
, me dijo un colega filólogo, "era de la brecha que se iba abriendo a partir de 1933 entre el gobierno y el pueblo".

"Lo que sucedió aquí [en Alemania] fue que la gente se habituó gradualmente, poco a poco, a ser gobernada por sorpresa, a aceptar decisiones que se debatían en secreto, a creer que la situación era tan complicada que el gobierno tenía que manejar información que la gente no podría comprender, o tan peligrosa que, incluso si la gente podía comprenderla, no debía hacerse pública por razones de seguridad nacional. Y su sentimiento de identificación con Hitler, su creencia en él, hacía más fácil agrandar esa brecha y tranquilizar a aquellos que en otras condiciones se habrían preocupado por todo esto."

"Este distanciamiento del gobierno respecto al pueblo, esta ampliación de la brecha, tuvo lugar de una forma gradual e imperceptible, disfrazando cada paso de medida temporal de emergencia, o asociándolo con el patriotismo, o con necesidades sociales reales. Y todas estas crisis y reformas (también reformas reales) ocuparon de tal manera a la gente, que ésta no se dio cuenta del lento movimiento subyacente, del proceso total de un gobierno alejándose cada vez más del pueblo."

"Me comprenderás cuando te diga que mi alto alemán medio [etapa histórica de la lengua alemana] era mi vida. Era todo lo que me interesaba. Yo era un académico, un especialista. Entonces, de repente, me metí de cabeza en toda aquella nueva actividad, puesto que la universidad se había sumergido en la nueva situación: reuniones, conferencias, entrevistas, ceremonias y, sobre todo, documentos que rellenar, informes, bibliografías, listas, cuestionarios. Y por encima de todo estaban las demandas de la comunidad, las cosas en las que uno "se esperaba" que participara, y que antes no estaban o no se consideraban importantes. Todo era puro trámite, por supuesto, pero le consumía a uno todas las energías, convirtiéndose en prioritario respecto al trabajo que uno deseaba realmente hacer. Ya puedes imaginarte que fácil era entonces no pensar en las cosas fundamentales. Uno no tenía tiempo."

"Eso fue precisamente lo que me decía un amigo panadero", dije yo: "Uno no tenía tiempo para pensar. Había tantas cosas que estaban pasando..."

"Tu amigo el panadero tenía razón", dijo mi colega. "La dictadura, y el proceso global de su implantación, fue, sobre todo, entretenida. Suministraba excusas para no pensar a gente que de todas maneras no tenía ganas de pensar. Y no hablo de la 'gente corriente', de tu panadero y demás. Hablo de mis colegas y de mi mismo, gente con estudios, como se dice. La mayoría de nosotros no quería pensar sobre las cuestiones fundamentales que estaban produciéndose en aquellos días, y no lo hizo. El nazismo nos mantenía tan ocupados con tantos incesantes "cambios" y "crisis", y tan fascinados -sí, fascinados- con las maquinaciones de los "enemigos de la nación", tanto exteriores como interiores, que no teníamos tiempo de pensar en las terribles cosas que iban creciendo poco a poco a nuestro alrededor. Inconscientemente, supongo, estábamos agradecidos: ¿quién quiere pensar?"

"Vivir dentro de este proceso impide por completo poder darse cuenta de él, a no ser que uno tenga un alto grado de conciencia o agudeza política, cosa que la mayoría de nosotros nunca ha tenido ocasión de desarrollar. Cada paso era tan pequeño, tan aparentemente inconsecuente, tan bien explicado o, en determinadas ocasiones, tan bien "lamentado", que uno no era capaz de ver a donde todas esas "pequeñas medidas" nos iban a llevar."

"¿Cómo se puede evitar esto entre la gente corriente, incluso entre la gente corriente con estudios? Francamente, no lo sé. No lo veo ni siquiera ahora."

"Tu 'gente corriente', tus amigos nazis, no estaban en principio en contra del nacional-socialismo. La gente como yo fuimos los mayores culpables, no sólo porque sabíamos más (aunque esto sería decir demasiado) sino también porque nos dábamos más cuenta de lo que pasaba. El pastor Niemöller hablaba para los miles y miles de personas como yo cuando dijo aquello de que cuando los nazis atacaron a los comunistas, se sintió algo incómodo, pero a fin de cuentas él no era un comunista y no hizo nada; y que luego, cuando atacaron a los socialistas, él se sintió algo incómodo, pero tampoco era un socialista y no hizo nada; y luego a las escuelas, a la prensa, a los judíos, y a los demás, y él se sintió siempre algo incómodo, pero continuó sin hacer nada. Y entonces ellos atacaron a la Iglesia, y él, que era un clérigo, entonces hizo algo -pero ya era demasiado tarde."

"Lo que pasa", siguió mi colega,"es que uno no sabe exactamente a dónde o cómo moverse. Créeme, es la verdad. Cada paso, cada acontecimiento, es peor que el anterior, pero sólo un poquito peor. Tú sigues esperando al siguiente y al siguiente. Sigues esperando un gran acontecimiento impactante, confiando en que los demás, cuando se produzca tal conmoción, se unirán contigo para resistir de alguna manera. Tú no quieres actuar, o ni siquiera hablar, en solitario; no quieres 'salirte de tu camino' e ir a 'buscarte problemas'. ¿Por qué no? Bueno, no estás acostumbrado a hacerlo. Y no es sólo miedo, el miedo a plantarte solo, lo que te frena: es también una auténtica incertidumbre."

"La incertidumbre es un factor muy importante, que va crecienciendo con el tiempo, en lugar de menguar. Fuera, en las calles, en la sociedad general, 'cada cual' es feliz. Uno no oye protestas, y por supuesto no las ve. Ya sabes, en Francia o en Italia había en aquellos días frases contra el gobierno escritas en vallas y paredes; en Alemania no había siquiera eso. En la comunidad universitaria, en tu propia comunidad, hablabas privadamente a tus colegas, y algunos de ellos seguramente sentían como tú: Pero ¿qué era lo que decían? Decían: "Esto no es tan malo", o "Estás imaginándote cosas", o "Eres un alarmista"."

"Así que tú acabas siendo un alarmista. Estás diciendo que esto nos va a llevar a esto otro, y no puedes probarlo. Estos son los comienzos, sí; pero ¿cómo puedes estar tan seguro de cuál va a ser el final? ¿y cómo podrías conocer, o siquiera suponer, cómo va a ser ese final? Por un lado están tus enemigos, la ley, el régimen, el Partido, que te intimidan. Por el otro están tus colegas que te tildan de pesimista o incluso de neurótico. Te encuentras sólo con tus amigos más íntimos, que naturalmente siempre han pensado como tú."

"Pero tus amigos son ahora pocos. Algunos se han quedado dormidos en algún lado o se han metido de cabeza en su trabajo. Ya no ves tantos como antes en reuniones o encuentros. Los grupos informales se vuelven más pequeños. Ahora, en los pequeños encuentros con tus amigos de siempre, sientes que estáis hablando sólo para vosotros mismos, que estáis aislados de la realidad de las cosas. Esto debilita aún más tu seguridad y es un nuevo elemento disuasorio para... ¿para qué?. Está claro todo el tiempo que si piensas hacer algo, debes propiciar la ocasión para hacerlo, y entonces eres obviamente un agitador. Así que esperas y esperas y esperas..."

"Pero el gran acontecimiento que hará que decenas de cientos de miles de personas se unan contigo nunca llega. Este es el problema. Si el último y peor paso del régimen viniera inmediatamente después del primero y menor, miles o millones de personas habrían quedado suficientemente impactadas, digámoslo así. Si el gaseamiento de los judíos del 43 hubiera acontecido inmediatamente tras los apedreamientos de los escaparates de las tiendas en el 33... Pero naturalmente las cosas no suceden así. En medio están los cientos de pequeños pasitos, algunos imperceptibles, cada uno preparándote para que no te conmociones con el siguiente. El paso C no es mucho peor que el paso B y, si no te plantaste en el paso B, ¿por qué ibas a hacerlo en el paso C? Y así hacia el paso D."

"Y un día, demasiado tarde, tus principios -si alguna vez fuiste sensible a ellos- se te caen encima. La carga de la auto-decepción ha crecido demasiado, y cualquier incidente menor -en mi caso mi hijo pequeño, apenas un crío, diciendo "cerdos judíos"- lo colapsa todo de golpe, y te das cuenta entonces de que todo, realmente todo, ha cambiado completamente ante tus narices. El mundo en el que vives -tu país, tu gente- ya no es el mundo en el que naciste. Las formas están todas ahí, intactas, tranquilizantes: las casas, las tiendas, los trabajos, los almuerzos, las visitas, los conciertos, los cines, las vacaciones. Pero la mentalidad -en la que nunca te fijaste, porque cometías el error de identificarla con las formas- ha cambiado. Ahora vives en un mundo de odio y de miedo, y esa gente que odia y tiene miedo ni siquiera se da cuenta cuenta del cambio. Cuando todos han sido transformados, nadie ha sido transformado. Ahora vives en un sistema que manda sin ser directamente responsable de nada."

"Al final has hecho casi todo el recorrido tú mismo. La realidad es un proceso continuo, un flujo, no una sucesión de sucesos y acontecimientos aislados. Ha fluido hasta un nuevo nivel, llevándote a ti con ella, sin esfuerzo alguno por tu parte. En este nivel en que ahora vives, aceptas cosas que no hubieras aceptado cinco años antes, un año antes; cosas que tu padre, incluso en Alemania, ni siquiera habría podido imaginar."


"De repente todo se viene abajo. Todo a la vez. Ves lo que eres, lo que has hecho, o, más exactamente, lo que no has hecho (porque esto era todo lo que se esperaba de nosotros: que no hiciéramos nada). Recuerdas aquellas primeras reuniones en tu departamento de la universidad donde si alguien se hubiera plantado, los otros se habrían plantado (me imagino), pero donde nadie se plantó. Un pequeño asunto, un asunto de contratar a esta persona o a aquella, y tú contrataste a esta antes que a aquella. Ahora lo recuerdas todo, y tu corazón se parte. Demasiado tarde. Eres responsable más allá de toda disculpa."

"¿Y qué puedes hacer entonces? ¿Pegarte un tiro? Unos cuantos lo hicieron. O bien tienes que "ajustar" tus principios. Muchos lo intentaron, y bastantes, supongo, lo consiguieron. Yo, sin embargo, no pude. O tienes que aprender a vivir el resto de tu vida con tu vergüenza. Esto último es, bajo estas circunstancias, lo que más cerca puede encontrarse del heroísmo: la vergüenza. Muchos alemanes se convirtieron en este lamentable tipo de héroes, muchos más, pienso, de los que el mundo cree."

No dije nada. Pensé que no tenía nada que decir.

"Una vez comenzó la guerra", continuó mi colega, "la resistencia, la protesta, el criticismo, la queja, llevaban aparejados los mayores castigos. La mera falta de entusiasmo, o el no mostrarlo en público, era 'derrotismo'. Tú sabías que había listas de aquellos de los que 'había que ocuparse' más tarde, tras la victoria. Goebbels [el ministro de propaganda nazi] fue muy listo aquí también. Continuamente prometía una 'orgía de la victoria' en la que 'darían buena cuenta' de aquellos que se creían que su 'actitud traicionera' había pasado desapercibida. Y él creía realmente en esto; no era sólo propaganda. Y eso era bastante para poner fin a cualquier incertidumbre."

"Una vez comenzó la guerra el gobierno pudo poner en marcha 'todo lo necesario' para ganarla; así sucedió con la 'solución final del problema judío', de la que los nazis siempre hablaban pero que nunca se habían atrevido a llevar a cabo. Hasta que la guerra y sus 'necesidades' les dieron a entender que podían ir adelante con todo aquello. La gente de fuera que pensaba que la guerra ayudaría a los judíos estaba equivocada. Y la gente de Alemania que, una vez que empezó la guerra, todavía pensaba en quejarse, protestar, resistir, rezaba porque Alemania perdiese la guerra."



Fuente: Information Clearing House
Traducción Observatorio de la Islamofobia