Guerra, democracia y manipulación de la opinión pública



por Ramzy Baroud



Fue Edward Bernays quien perfeccionó el arte de las relaciones públicas en el siglo XX. Basándose en las teorías psicoanalíticas de su tío Sigmund Freud, desarrolló una completa maestría en manipulación de la opinión pública, y sugirió que tal manipulación era esencial para la misma democracia. Bernays estaba convencido de que el pueblo era sencillamente "estúpido" y que necesitaba que le dijeran cómo comportarse, qué creer, qué comer, qué ponerse, y cómo votar. El eco de sus tesis llega hasta nuestros días.

Algunos historiadores consideran que fueron los esfuerzos de Bernays en las décadas de 1920 y 1930 los que transformaron al ciudadano moderno en consumidor moderno. No sólo fue él quien convenció a los norteamericanos de que un "desayuno simpático" debía incluir huevos y beicon, en lugar de las tradicionales tostadas con café, sino que también logró convencer a las mujeres de esa época de que los cigarrillos eran un símbolo del poder masculino, y de que, para poder desafiar ese sentimiento de superioridad masculino, ellas debían fumar. Tras una campaña publicitaria, la venta de cigarrillos (que Bernays llamaba "antorchas de libertad") se disparó, duplicándose el mercado de las empresas tabaqueras que eran, entre otras, clientes de Bernays.

La utilización política de estas tácticas era sólo cuestión de tiempo. Varios presidentes y candidatos presidenciales utilizaron las teorías y los servicios de Bernays, incluso aunque algunos de ellos intentaran frenar la influencia creciente de las grandes empresas en la democracia norteamericana.

Freud defiende en su libro El malestar en la cultura que los deseos subconscientes de una persona podrían ser completamente violentos y sádicos si no se controlaran; Bernays sugirió que la solución era reconducir esos deseos en formas que generaran inmensos beneficios.

No pasó mucho tiempo hasta que las tácticas de Bernays fueron aplicadas en la política exterior estadounidense. Guatemala es un ejemplo de libro: cuando el país estaba a punto de un cambio popular de gran calado en los años cincuenta, cuando el presidente democráticamente elegido Jacobo Arbenz llevaba a cabo una reforma agraria igualitaria que iba contra los intereses de la US United Fruit Company, los manipuladores mediáticos en los Estados Unidos se pusieron inmediatamente a la tarea de convencer a los norteamericanos de que Arbenz representaba "una amenaza para la democracia americana". Un golpe de estado organizado por la CIA depuso al presidente electo e instaló en el poder a su agente Castillo Armas, que fue elogiado por el vicepresidente Richard Nixon, en una visita que éste hizo a Guatemala, como "libertador".

Los sucesivos gobiernos estadounidenses han tomado siempre buena nota de los estudios de Bernays, y su mayor éxito ha sido conseguir explotar los factores subconscientes que provocan miedo y paranoia entre las masas. Se han llevado a cabo guerras, se han derribado gobiernos, se han lanzado bombas a poblaciones indefensas, todo en nombre de la democracia. Lo que Bernays llamó descaradamente "el manejo de la opinión" sigue siendo el factor determinante que subvierte la verdadera democracia en los Estados Unidos, y que lleva a las consecuencias más trágicas a los países que caen bajo la esfera de poder de los Estados Unidos.

A pesar de algunos serios intentos de contrarrestar la unión antidemocrática entre el estado y las grandes compañías en los años sesenta y setenta, son estas últimas las que han prevalecido: mediante el uso de la represión directa a veces, pero también mediante la explotación oculta de los propios movimientos populares descontentos para promocionar sus ideas y productos. Esta táctica se ha observado siempre e invariablemente cada vez que ha habido un desacuerdo entre el estado y una gran compañía por un lado y el pueblo por otro.

Un ejemplo reciente ha sido la manera en la que el presidente George W. Bush ha intentado constantemente manipular en su beneficio al movimiento antiguerra que se opuso a su guerra e invasión de Iraq en 2003. Su lógica -también usada por el anterior primer ministro británico Tony Blair- era simple, pero muy eficaz: La guerra en Iraq estaba dirigida a conseguir la misma clase de democracia que permitía a millones de americanos poder discrepar pacíficamente de su gobierno, sin enfrentarse a la persecución que sufrían bajo Saddam.

Aunque resulta risible la idea de que los iraquíes disfruten ahora de los beneficios de una democracia, es difícil negar que la lógica de Bush caló entre muchos, incluso entre aquellos que se oponían a la guerra. Tal tipo de dialéctica sirvió para desplazar el debate en muchos círculos de la ilegitimidad de la guerra y sus verdaderas intenciones hacia argumentos de tinte altruista como que éste era "un mundo mejor sin Saddam". Este tipo de manipulación no es nueva, ni exclusiva del caso de Iraq.

Desde la Segunda Guerra Mundial el gobierno de los Estados Unidos y las corporaciones norteamericanas han agitado la bandera de la democracia cada vez que deseaban guerra y beneficios. Y a la vez la CIA ha intentado derribar muchos gobiernos populares democráticos de todo el mundo, reemplazando a presidentes electos por títeres elegidos a dedo. Las elecciones palestinas de enero de 2006 fueron las más supervisadas de todas las elecciones celebradas nunca en la región, y fueron consideradas impecablemente democráticas. Pero el hecho de que Hamas -que combatía la ocupación militar israelí y se oponía con fuerza a la política estadounidense en la región- ganara esas elecciones sirvió como justificación para que todo un pueblo fuera privado de medios de supervivencia, confinado y violentamente oprimido.

La influencia directa de Edward Bernays hace tiempo que ha desaparecido, pero sus ideas continúan definiendo las relaciones entre las grandes empresas, el estado norteamericano y el ciudadano consumidor, e incluso las relaciones entre la unión estado-grandes empresas y el resto del mundo. Estas relaciones cuidadosamente manejadas han minado la democracia y desatado sádicas guerras y violencia incontrolable, tal como advertía Freud, pero su sobrino Bernays supo cómo explotar todo esto sin reparo.

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Ramzy Baroud es un periodista palestino-americano y editor de Palestine Chronicle. Sus trabajos se publican en numerosos diarios y revistas de todo el mundo. Su último libro es The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People's Struggle [La segunda intifada palestina: Crónica de la lucha de un pueblo] (Pluto Press, Londres).


Fuente: World View News Service, 19 de octubre de 2007
Traducción Observatorio de la Islamofobia