Medios de comunicación franceses: Las “putas” y los “árabes repugnantes”


Algunas consideraciones sobre la vigilancia del lenguaje y sus intermitencias, con ocasión del “caso Devedjian” y del “no-caso Noachovitch”


por Pierre Tévanian


Por vigilancia del lenguaje no habría que entender necesariamente el recurso (posiblemente legítimo [1]) a la censura y a los tribunales, sino simplemente un cierto seguimiento y una cierta capacidad de reacción por parte de la “opinión pública” organizada, es decir por parte del mundo político y mediático, frente a declaraciones que colectivamente se consideran como intolerables, en particular las declaraciones racistas, sexistas y homófobas. Ni la sanción penal ni el recurso a la justicia de algún otro modo son absolutamente indispensables; una sanción social puede ser la solución también: habría ciertas declaraciones que no se harían, especialmente si se es una mujer o un hombre públicos, para no exponerse a una reprobación unánime y a una descalificación moral duradera. Es lo que por ejemplo les pasó –y les estuvo bien empleado– a Renaud Camus o a Alain Soral tras sus exabruptos antijudíos. Es igualmente lo que le pasó a Dieudonné. La indignación ha sido mucho menos unánime –y mucho más efímera– en otras circunstancias, cuando las declaraciones asquerosas e injuriantes han apuntado a otros blancos. El desagradable “caso Devedjian”, coetáneo del repugnante “no-caso Noachovitch”, acaba de recordárnoslo…


Dos pesos, dos medidas: constatarlo no tiene nada de original. Es incluso algo desesperadamente banal, con tal cantidad de ejemplos semana tras semana. Hemos señalado ya en este sitio [Les Mots Sont Importants] la distancia entre el “caso Dieudonné” y el “no-caso Max Gallo”: el cómico [Dieudonné], tras unas declaraciones completamente inaceptables, desató un verdadero clamor de indignación y fue calificado por los socialistas y por representantes de SOS Racisme de “nuevo Le Pen” y de ser “el mayor antisemita de Francia”; en el mismo momento, Max Gallo calificaba la esclavitud de simple “tarea” en la historia de Francia y ponía en duda su carácter de crimen contra la humanidad… en medio de una indiferencia casi general (Véase [en francés] “Un negacionismo respetable”).

Podríamos también mostrar todas las injurias y todas las insinuaciones sexistas de las que fue objeto Ségolène Royal en el transcurso de las elecciones presidenciales, sin que la prensa se inquietara mucho: desde las asquerosas alusiones de Michèle Alliot-Marie a las “faldas” de la candidata socialista, hasta el repugnante procedimiento de Nicolas Sarkozy durante el debate televisado entre las dos vueltas, que consistía en marcar con un ostensible y enfatizado “señora” cada una de sus réplicas, poniendo en cuestión la competencia de su adversaria. Sin hablar de los innumerables sarkozistas que explicaban que su héroe tenía de antemano “la anchura de hombros de un hombre de estado”, y la colaboración de los propios periodistas en este sexismo subliminal, cuando hacían referencia al “futuro presidente de la República” –sin nunca (o casi nunca) precisar “o la futura presidenta”.

En lo que respecta a la homofobia, el balance es más mitigado. La capacidad de reacción es más grande que hace algunos años, el siniestro Vanneste ha sido incluso condenado por un tribunal por sus declaraciones homófobas (¡y aquí también se lo tenía bien merecido!), pero se está todavía lejos de un tratamiento digno de la cuestión: porque este mismo hombre que ha sido condenado por los tribunales por haber calificado de “inferior” y de “peligro para la civilización” una orientación sexual, es el que ha sido nombrado candidato por la UMP [la organización política de Sarkozy], a pesar de las promesas en contra de Nicolas Sarkozy algunos meses antes. ¿Sería imaginable un candidato elegido por la UMP a pesar de tener una condena por haber realizado declaraciones similares sobre “el judaísmo”: “Es inferior, y representa incluso, si se expande demasiado, un peligro para el futuro de la humanidad”? Los homosexuales tienen pues todavía progresos por realizar en materia de “dignidad mediática”. Pero el “pelotón de cola” en la materia es de todas maneras la comunidad indígena, con un combate cerrado entre negros y árabes por la última posición. Es verdad que Alain Finkielkraut ha sido vagamente regañado por haberse mofado de lo que él llamaba “el equipo de [fútbol de] Francia black-black-black” y de “los descendientes de esclavos que viven de la asistencia de la metrópoli”, o por haber declarado que durante el colonialismo “Francia no aportó más que cosas buenas a África” –pero la condena no fue ni unánime (todo lo contrario) ni muy duradera: el racista reincidente desfila hoy por todos los estudios de radio y platós de televisión, con la misma frecuencia que antes de esas declaraciones (Véase [en francés] “Finkielkraut no es más que un síntoma”).

Pascal Sevran también ha sido sermoneado, incluso por parte de sus jefes, por sus repugnantes exabruptos sobre “la polla de los africanos”. Pero el clamor de indignación fue muy diferente de, por ejemplo, el “caso Dieudonné”. En el caso de Sevran, SOS Racisme garantizó incluso la defensa del personaje, encontrándose con él, defendiendo públicamente su buena fe y su “buen fondo”, y proponiéndole reparar su “error” realizando un documental sobre el hambre en África (!).

Aquí y allá surgió la indignación con la broma de Jean Benguigui sobre una manera “divertida” (y racista, según él mismo aceptó entre risas) de decir “hacer caca”: “liberar a Mandela”… Pero las recriminaciones se le hicieron en un ámbito estrictamente confidencial, mientras que la “broma” fue emitida a la hora de mayor audiencia de la RTL.

Se podría desgraciadamente multiplicar el mismo tipo de ejemplos con los árabes y los musulmanes (desde Claude Imbert: “Yo soy islamófobo”, hasta Michel Houellebecq: las mujeres musulmanas con pañuelo, “esas putas busconas”, pasando por “las ratas” de Maurice Dantec…). Pero hay que parar. Parémonos pues en Jean Benguigui, Alain Finkielkraut y Pascal Sevran, y comparemos su “imagen”, el nivel de “legitimidad” moral que conservan en los grandes medios de comunicación, con el ostracismo en el que se encuentran merecidamente los Renaud Camus, Alain Soral o Dieudonné. El contraste es pasmoso: hay grupos que no pueden ser insultados sin que quien lo haga se encuentre a renglón seguido descalificado moralmente de forma total –y está muy bien que esto suceda– y hay otros grupos sobre los que se puede decir prácticamente de todo sin ser realmente molestado.

Esto es lo que acaba de confirmarse en las recientes elecciones legislativas. Además de la candidatura de la UMP concedida al homófono Vanneste, esta campaña ha estado marcada por una inmunda "broma" de otra candidata de la UMP, Sylvie Noachovitch:

“En lo que a mi respecta, mi marido puede dormir tranquilo: en mi circunscripción no hay más que negros y árabes, ¡y la idea de acostarme con alguno de ellos me repugna!”.

Expresadas en un lugar semipúblico, en un jurado literario, a la hora del almuerzo, estas declaraciones fueron difundidas por Le Canard Enchaîné y confirmadas por tres testigos: los periodistas Nicolas Poincarré, Benoit Duquesne y Mathieu Aron. Las únicas dudas de los testigos: es posible que en lugar de “me repugna” la candidata de UMP haya dicho “me descompone” o “me asquea”. El matiz es sutil…

Y así aunque la autora de estas declaraciones en cuestión es candidata de la UMP, y aunque la escena tuvo lugar en pleno periodo entre vueltas de las elecciones legislativas, las reacciones se pudieron contar con los dedos de una mano –al menos en el seno de las elites políticas y mediáticas del país. Ningún responsable de la UMP recriminó públicamente a la candidata, e incluso en la izquierda el asunto hizo poco “ruido”. En cuanto a los periodistas, no se molestaron en ir a preguntar a Nicolas Sarkozy, François Fillon y los responsables de la UMP por su silencio complaciente, si no cómplice.

Algunos días más tarde se descubren en internet imágenes recogidas en “cámara oculta” que nos muestran al secretario general delegado de la UMP, Patrick Devedjian, tratando de “puta” a la ex-diputada de la UDF Anne-Marie Comparini. Esto que, según todos los habituales de los bastidores del microcosmos, es habitual en la jerga política ¡se hace de pronto público! [2]. Mejor: comenzábamos a creer, a fuerza de propaganda “niputanisumisista”, que sólo la pequeña chusma morena e islamizada hablaba de las mujeres en estos términos… Mejor también por las reacciones, que no tardaron mucho: indignación unánime entre los responsables del MODEM y del PS, más tarde de la UMP. Más tarde son ya ministros como Rachida Dati [3], el propio Primer Ministro [4] y por fin el Jefe del Estado [5] quienes expresan su condena.

Patrick Devedjian se recuperará desde luego, porque en Francia todavía se perdona bastante generosamente –y bastante rápidamente– las “salidas de tono” sexistas… [6]. Pero no es baladí que el caballero haya debido presentar excusas públicas (por “comunicado”) y excusas privadas para ser hechas públicas (“Yo me dirijo a Anne-Marie Comparini…”). Es al menos un importante avance en materia de lucha contra el “sexismo cotidiano”.

Se esperaría ahora la misma forma de reaccionar de los periodistas en el “caso Noachovitch”, las mismas interpelaciones dirigidas a la clase política, el mismo “esta no es manera de hablar” de Fillon y Sarkozy, el mismo “esto no es tolerable” de Rachida Dati; en fin: la misma sanción social, que llevara a la candidata racista a presentar las mismas excusas públicas.

Sólo después de esto podríamos considerar el caso “cerrado”. La lucha antirracista tendría todavía mucho camino ante ella, pero una etapa habría sido superada. Pero por el momento nada de esto ha sucedido.


Notas

[1] Es discutible en todo caso.

[2] Señalemos la similitud entre las situaciones comunicativas en los dos casos, Noachovitch y Devedjian: en los dos casos no se trata de una intervención pública, sino de una situación privada (una discusión de diputados entre bastidores en el caso de Devedjian) o semipública (un “almuerzo de jurado literario” en el caso de Sylvie Noachovitch); y en ambos casos, las declaraciones escandalosas son difundidas por testigos de la escena.

[3] “No es tolerable que se pueda tratar así a una mujer, política o no”. Rachida Dati, viernes 29 de junio de 2007.

[4] “No hay que insultar nunca a las personas, y todavía menos a las electas”. François Fillon, viernes 29 de junio de 2007.

[5] “Esta no es manera de hablar”, viernes 29 de junio de 2007.

[6] Patrick Devedjian no ha sido objeto de ninguna sanción por parte de la UMP.

Fuente: Les Mots Sont Importants, 6 de julio de 2007
Traducción Observatorio de la Islamofobia