El Imperio Americano y el 11-S



por David Ray Griffin


Tras los ataques del 11-S, acepté la tesis según la cual los ataques fueron una venganza por la política exterior estadounidense, y esta opinión me llevó a emprender un estudio detallado del imperio americano.


El Imperio Americano

En su libro American Empire [El Imperio Americano], publicado en 2002, Andrew Bacevich señaló que una “apreciada tradición americana [ha sido que] los Estados Unidos no son y no pueden ser un imperio”. Las palabras “imperio americano” eran “palabras contradictorias”, y por lo tanto pronunciarlas era casi con toda seguridad una señal de que el hablante era un crítico de izquierdas contra la política exterior americana. [1]

Sin embargo, como también señaló Bacevich, las cosas han cambiado recientemente, y así incluso comentaristas de derechas han aceptado de buena gana la existencia del Imperio Americano. Como dijo el columnista Charles Krauthammer en 2002: “La gente está saliendo del armario en lo del ‘imperio’ mundial”. [2]

Dado este consenso en torno a la realidad del Imperio Americano, el único asunto que queda por dilucidar es su naturaleza. Este imperio ha sido descrito generalmente, especialmente por los neoconservadores, como benigno. Robert Kagan ha hablado de “El Imperio Benevolente” [3]. Dinesh D’Souza, tras escribir que “América se ha convertido en un imperio”, añadió que felizmente es “el poder imperial más magnánimo que ha existido nunca”. [4]

Los comentaristas de la izquierda, sin embargo, han mostrado un punto de vista radicalmente diferente. Un libro de 2003 de Noam Chomsky llevaba por subtítulo “La búsqueda americana de la dominación global” [5]. Richard Falk escribió sobre el “proyecto de dominio global” de la administración Bush, que implicaba la amenaza de un “fascismo global” [6]. Chalmers Johnson, anteriormente un conservador que creía que la política exterior americana buscaba promover la libertad y la democracia, describió a los Estados Unidos de América como “una apisonadora militar dirigida a la dominación del mundo” [7]

Bacevich, aunque sigue siendo un conservador, ha llegado a aceptar la tesis de la izquierda de que esto es un imperio. Considera ridícula la afirmación de que “la difusión de la paz, la democracia y los derechos humanos y el castigo de los malvados –no la búsqueda del propio interés– ha caracterizado la esencia de la diplomacia americana” [8]. Señalando que el objetivo de los militares estadounidenses ha sido “lograr algún tipo de omnipotencia”, Bacevich se ríe de la idea de que tal poder en manos norteamericanas sea “por definición benigno”. [9]

Las evidencias históricas apoyan claramente esta visión no benigna del Imperio Americano. Una parte de estas evidencias la constituye el hecho de que los líderes políticos y militares de los Estados Unidos hayan usado “operaciones de false-flag” [lit.: “falsa bandera”: operaciones propias atribuidas al enemigo] como pretextos para las guerras. Hicimos esto para empezar las guerras con México y las Filipinas, y para iniciar los ataques a Vietnam. [10]

También es importante recordar la Operación Northwoods, un plan que la Junta de Jefes de Estado Mayor remitió al presidente Kennedy con “pretextos con los que conseguir la justificación para una intervención militar de los Estados Unidos en Cuba”. Algunas de las ideas, como la propuesta de “hundir un barco estadounidense en la bahía de Guantánamo y acusar de ello a Cuba” [11] requerían el asesinato de norteamericanos.

Esta historia muestra que los líderes militares y políticos de los Estados Unidos no han sido contrarios al uso del mismo tipo de trucos que han usado otros líderes políticos y militares en otros países con ambiciones imperiales, como Japón, que en 1931 fabricó el incidente de Mukden para tener un pretexto para tomar el control de Manchuria [12], y los líderes nazis, que en 1933 llevaron a cabo el incendio del Reichstag como pretexto para detener a los izquierdistas y anular los derechos civiles [13]. También en 1939 tropas alemanas vestidas con uniformes polacos atacaron los puestos alemanes en la frontera polaca, lo que permitió a Hitler presentar su ataque a Polonia al día siguiente como una “necesidad defensiva” [14]. En cada caso, se fabricaron las pruebas necesarias para implicar a los pueblos que esos gobiernos querían atacar.


El 11-S: ¿Una operación de false-flag?

Dada esta información de fondo, yo debería haber concluido que los ataques del 11-S fueron ataques de false-flag orquestados por la administración Bush para expandir el imperio de los Estados Unidos bajo la excusa de la “guerra contra el terror”. Pero cuando oí por primera vez este argumento, aproximadamente un año después del 11-S, respondí que no creía que ni aun la administración Bush se atrevería a hacer una cosa tan atroz. Eché un vistazo a algunos sitios web pero las pruebas expuestas no me convencieron.

Algunos meses después, sin embargo, otro colega me sugirió que viera un sitio web que contenía la detallada cronología del 11-S elaborada por Paul Thompson [15]. Contenía una enorme cantidad de informes, todos de fuentes nada sospechosas, que contradecían la versión oficial.

Este descubrimiento inició un proceso que me llevó a publicar The New Pearl Harbor [El nuevo Pearl Harbor], donde se resumían muchas de las evidencias que habían sido descubiertas por los investigadores que me precedieron –evidencias que, concluía, señalaban un “serio caso de complicidad oficial” [17]. Voy a resumir aquí algunas de estas evidencias en forma de seis preguntas.


I. ¿Cómo pudieron los aviones secuestrados alcanzar el World Trade Center y el Pentágono?

Si los procedimientos habituales del ejército estadounidenses se hubieran activado el 11-S, los vuelo AA-11 y UA-175 deberían haber sido interceptados antes de que llegaran a Manhattan, y el vuelo 77 debería haber sido interceptado mucho antes de alcanzar el Pentágono.

Tales interceptaciones son rutinarias, y se llevan a cabo unas 100 veces al año. Un mes después del 11-S, el Calgary Herald informó de que en el año 2000, el NORAD había activado a los cazas 129 veces. Sólo unos días después del 11-S el mayor Mike Snyder, un portavoz del NORAD, contó al Boston Globe que “los cazas [del NORAD] interceptan aviones de manera rutinaria” [18]. ¿Por qué tales interceptaciones no ocurrieron el 11-S? Nunca hemos recibido una explicación plausible sobre ello. De hecho hemos recibido tres historias inconsistentes y contradictorias entre sí.

En los primeros días los responsables militares nos dijeron que no se enviaron aviones de caza por parte del NORAD hasta después del ataque contra el Pentágono a las 9:38, y esto a pesar de que ya a las 8:15 se captaron señales de que el vuelo 11 estaba en peligro. Esto quiere decir que aunque las interceptaciones usualmente ocurren antes de 15 minutos, en este caso pasaron 80 minutos antes de que cualquier caza despegara. Estos hechos sugieren por lo tanto que se había cursado una orden de “mantenerse quietos”.

Unos pocos días después se colocó una segunda historia, según la cual el NORAD había ordenado despegar a los cazas, pero estos no llegaron a tiempo porque la notificación del organismo federal de aviación llegó muy tarde. Algunos críticos han mostrado, sin embargo, que incluso si las órdenes hubieran llegado tan tarde como señala la cronología del NORAD, habría habido tiempo suficiente para las interceptaciones [19]. Esta segunda historia, por lo tanto, no despeja la sospecha de que se había dado la orden de mantenerse quietos.

El Informe de la Comisión 9/11, publicado en 2004, dio una tercera versión, según la cual, y en contradicción con los datos facilitados por el NORAD el 18 de septiembre, el organismo federal de aviación no informó al NORAD sobre estos aviones hasta que no se estrellaron. Como he mostrado en libros publicados en 2005 y 2006, esta nueva historia contiene muchos aspectos problemáticos. [20]

En agosto de 2006 Michael Bronner, productor asociado de la película United 93, publicó un ensayo titulado “9/11 Live: The NORAD tapes” [El 11-S en directo: Las cintas del NORAD] que popularizó la nueva historia de la Comisión 9/11 y dio realce a las cintas suministradas por el NORAD, supuestamente del 11-S, en las cuales está basada la película. Esta nueva historia fue difundida además por la publicación en las mismas fechas de Without Precedent [Sin precedentes] de Thomas Kean y Lee Hamilton, presidente y vicepresidente respectivamente de la Comisión 9/11. Este libro y el ensayo de Bronner causaron una sensación menor al sugerir que los informes de los hechos facilitados por los militares entre 2001 y 2004, que absolvían sólo en parte al ejército de la responsabilidad de haber fallado en prevenir los ataques, habían sido falsos. La nueva historia echaba todas las responsabilidades a los organismos federales de aviación, excepto por una pequeña confusión por parte del ejército, y por lo tanto mermaba las bases para sospechar que el ejército hubiera recibido la orden de permanecer quieto. Esta nueva historia ha sido ampliamente aceptada.

Sin embargo en mi libro más reciente, Debunking 9/11 Debunking [Refutando la refutación del 11-S], muestro, todavía más detalladamente que lo hice con anterioridad, que esta nueva historia es increíble. Además de contradecir muchos informes muy bien documentados, es incoherente en sí misma. Esta nueva historia no ha logrado quitar las bases de la sospecha de que se emitió la orden de mantenerse inactivos.


II. ¿Cómo se desplomaron las Torres Gemelas y el Edificio 7 del World Trade Center?

La administración Bush-Cheney también ha fracasado en poder dar una explicación de la destrucción de los edificios del World Trade Center. Según la explicación oficial, las Torres Gemelas (WTC 1 y 2) se desplomaron por el impacto de los aviones y el calor de los fuegos que se produjeron a continuación. Pero esta explicación plantea muchos problemas insalvables.

Primero, un tercer edificio, el WTC 7, también se desplomó, y de una manera muy similar.Esta similaridad implica que los tres edificios se derrumbaron por las mismas causas. Sin embargo, y a diferencia de las Torres Gemelas, el edificio WTC 7 no fue alcanzado por avión alguno.

Segundo, los fuegos en esos edificios no fueron tan grandes o duraron tanto como otros fuegos en edificios de estructura de acero que no han producido desplomes. En 1991 un incendio en un edificio de Filadelfia duró 18 horas; en 2004, otro incendio en Caracas duró 17 horas. Pero ninguno de ambos fuegos produjo siquiera un desplome parcial [22]. Las torres norte y sur del World Trade Center ardieron sólo 102 y 56 minutos respectivamente antes de desplomarse completamente. El edificio WTC 7 además sólo tuvo fuegos en unas pocas plantas, según numerosos testigos [23] y todas las pruebas fotográficas [24].

Tercero, nunca se han producido desplomes totales de edificios de estructura de acero como consecuencia del fuego o de daños estructurales externos. Todos los desplomes de este tipo se han producido por explosivos en procesos conocidos como de “demolición controlada”.

Cuarto, los desplomes de estos tres edificios muestran muchos rasgos característicos del tipo de demolición controlada conocida como “implosión”, como: comienzo repentino (mientras que el acero, si fuera debilitado por el fuego, debería empezar por combarse gradualmente); desplome vertical, a velocidad prácticamente de caída libre (indicando que las plantas más bajas, con todo su acero y hormigón, no estaban ofreciendo resistencia); desplome completo (indicando que las gigantescas columnas de acero en la estructura central de cada edificio han sido partidas en muchas piezas –que es lo que hacen los explosivos en las demoliciones controladas); la producción de metal fundido; y el que sucedan múltiples explosiones. Aunque ninguno de estos seis rasgos puede ser explicado por la teoría oficial, fijémonos sólo en los dos últimos.

Para empezar con el metal fundido: Mucha gente ha sido llevada a creer, por tergiversadores documentales de televisión, que las Torres Gemelas se derrumbaron porque su acero se fundió. Pero el acero no empieza a fundirse hasta que no alcanza los 2800 grados Fahrenheit, mientras que los incendios originados por hidrocarburos como el keroseno –que es lo que compone el combustible de los aviones– no pueden alcanzar mucho más de 1700 grados Fahrenheit (incluso con una mezcla ideal de fuel y oxígeno, que raramente se produce en los incendios en edificios). Sin embargo el metal fundido se produjo, según muchos testigos. Por ejemplo, Meter Tully, presidente de la Tully Construction, que estuvo implicada en las labores de limpieza, dijo que vió cantidades de “acero literalmente fundido” en el sitio. [25]

Esto no sería insólito si las columnas de acero del edificio hubieran sufrido en realidad los efectos del uso de explosivos de alta temperatura, como thermite, thermate, o RDX, que se usan frecuentemente para cortar el acero. Que esto es lo que ocurrió realmente se ve apoyado por informes que dicen que los restos de acero que se retiraron de los escombros goteaban en ocasiones metal fundido. [26]

En lo que concierne a las explosiones, literalmente docenas de personas –incluidos periodistas, agentes de policía, empleados del World Trade Center, trabajadores de los servicios médicos de urgencia y bomberos– declararon que oyeron explosiones dentro de las Torres Gemelas. Algunos de ellos dijeron explícitamente que los derrumbamientos les parecían ser demoliciones controladas [27]. Un capitán de bomberos dijo: “Oí una explosión y miré hacia arriba. Era como si el edificio sufriera una implosión, desde la planta más alta hacia abajo, una tras otra, bum, bum, bum” [28]. Un paramédico declaró: “Fue como una demolición hecha profesionalmente, en la que se hubieran colocado cargas en ciertas plantas y así se escuchaba pop, pop, pop, pop”. Un bombero dijo: “Se parecía a cuando en televisión ves la demolición de edificios. Era como si las explosiones se sucedieran una tras otra, como a lo largo de una ristra” [29].

Steven Jones, un físico que dio clases durante mucho tiempo en la Brigham Young University, señaló que creer en la versión oficial era creer que algunas leyes muy básicas de la física podían ser violadas. [30]

Dadas todas las características que apuntan a una demolición controlada, no es sorprendente que cuando en Holanda un experto en demoliciones controladas vió los vídeos del derrumbe del edificio WTC 7 [31], sin que se le dijera qué edificio era (él creía previamente que sólo se habían desplomado las Torres Gemelas el 11-S), dijera: “Han volado las columnas… Esto lo ha hecho un equipo de expertos… Esto es una demolición controlada” [32]. Tampoco sorprende así que dos profesores eméritos de análisis estructural y construcción del prestigioso Instituto ETH de Tecnología de Zurich dijeran que el edificio WTC 7 “con toda probabilidad fue derruido mediante explosivos” [33].

Toda la evidencia que apuntaba a la demolición controlada fue sencillamente ignorada en el Informe de la Comisión 9/11, que sólo asumió la veracidad del relato oficial. De hecho, después de que la FEMA, la primera agencia oficial que asumió la tarea de explicar el desplome del World Trade Center, dijera que su mejor explicación para el derrumbamiento del edificio WTC 7 era que esto “sólo tenía escasas posibilidades de ocurrir” [34], la Comisión 9/11 solucionó el problema simplemente no mencionando en absoluto el desplome de este edificio en su informe de 571 páginas. [35]

Este comportamiento no es asombroso si uno tiene en cuenta que la Comisión fue conducida por su director ejecutivo, Philip Zelikow, que era virtualmente un miembro de la administración Bush-Cheney: Él había trabajado con Condoleezza Rice en el Consejo de Seguridad Nacional en la administración del primer presidente Bush. Cuando los republicanos fueron desplazados por los demócratas durante la administración Clinton, Zelikow y Rice escribieron juntos un libro. Cuando Rice fue nombrada asesora de Seguridad Nacional por el segundo presidente Bush, pidió a Zelikow que participara en la transición hacia el nuevo Consejo de Seguridad Nacional, tras lo cual fue incluido en el Comité Asesor de Inteligencia Exterior del presidente [36]. Más tarde, Rice designó a Zelikow para que fuera el principal autor de la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América, que utilizó el 11-S para justificar una nueva doctrina de belicismo “preventivo”, según la cual los Estados Unidos pueden atacar otros países incluso si no suponen una amenaza inminente [37]. La idea de que la Comisión 9/11 era independiente e imparcial es, por lo tanto, completamente ridícula.

Si los dos primeros informes de los desplomes del World Trade Center (el de la FEMA y el de la Comisión 9/11) fueron llevados a cabo por equipos directamente vinculados a la Casa Blanca de Bush y Cheney, lo mismo sucedió con el supuesto informe definitivo, elaborado por el National Institute for Standars and Technology (NIST) [38]. El NIST es una agencia del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, dirigida por el secretario de Comercio del presidente Bush. Difícilmente publicaría un informe que contradijera el relato oficial. En cualquier caso, la explicación del NIST para el derrumbe de las Torres Gemelas –hasta el momento en que escribo esto no se ha publicado un informe sobre el edificio WTC 7– también se desploma ella misma al ser analizada desde un punto de vista científico [39]. Como he mostrado en Debuinking 9/11 Debunking, los científicos del NIST, que por ejemplo sabían que el metal fundido no podía haber sido producido sólo por los fuegos, resolvieron el problema lanzando dudas sobre la existencia de este metal fundido, a pesar de las abundantes pruebas de ello. [40]


III. ¿Podría ser cierta la versión oficial sobre el Pentágono?

Según la versión oficial, el Pentágono fue alcanzado por el vuelo AA 77 bajo control del pirata aéreo de Al-Qaeda Hani Hanjour. Esta versión es puesta en cuestión por muchos hechos.

Primero, supuestamente el vuelo 77, después de realizar un giro en el medio oeste, voló de regreso a Washington sin ser detectado durante 40 minutos, a pesar de que ya se conocía entonces que vuelos secuestrados estaban siendo usados como armas y a pesar de que el ejército estadounidense tiene los mejores sistemas de radares del mundo.

Segundo, para ponerse en posición de alcanzar el módulo 1 del Pentágono, el avión tuvo que ejecutar una extraordinaria espiral hacia abajo y llegar a ras de suelo, lo que de acuerdo con numerosos pilotos habría resultado imposible para un Boeing 757, aun bajo el control de un experto.

Hanjour, además, tenía fama de ser un “piloto desastroso”, que apenas podía hacer volar un aeroplano unimotor [41]. Russ Wittenberg, que pilotó grandes aviones comerciales durante 35 años tras servir en Vietnam como piloto de caza, dijo que habría resultado imposible que el vuelo 77 hubiera “descendido 7000 pies en dos minutos, mientras a la vez realizaba un abrupto giro de 270 grados, y luego chocara contra la pared de la planta baja del Pentágono sin tocar el césped”. Añadió que “habría sido completamente imposible para un amateur que ni siquiera podría hacer volar un Cessna maniobrar el reactor de una manera tan extremadamente profesional” [42]. Ralph Omholt, un piloto de 757 con el grado de capitán, está de acuerdo: “La idea de que un piloto sin cualificación pudiera haber volado en esa trayectoria”, dice Omholt, “es sencillamente demasiado ridícula para ser tomada en cuenta”. [43]

Tercero, unos terroristas lo suficientemente informados para eludir el sistema militar de defensa de los Estados Unidos no habrían atacado el módulo 1 por varias razones: Este módulo había sido reforzado, con lo que el daño era menos importante que un ataque en cualquier otra parte del edificio; todavía estaba siendo renovado, con lo que había relativamente poca gente allí; el secretario de Defensa y todos los jefes importantes, que presuntamente los terroristas habrían querido matar, estaban exactamente en el lado opuesto del edificio; y alcanzar el módulo 1 requería una maniobra extremadamente dificultosa, mientras estrellarse en el tejado –de, digamos, el área con las oficinas de Rumsfeld y los jefes más importantes– habría sido mucho más sencillo y mortífero.

Cuarto, hay una considerable cantidad de evidencias de que el aparato que alcanzó al Pentágono no era siquiera un Boeing 757. A diferencia de los ataques a las Torres Gemelas, el ataque al Pentágono no produjo ninguna señal sísmica detectable [44]. También, y de acuerdo a las fotografías y a los testigos oculares, el tipo de daño y de restos que se habrían producido por el impacto de un Boeing 757 no se produjeron en el ataque al Pentágono.

Con relación a los restos, entre los testigos oculares se encontraba Karen Kwiatkowski, que era entonces teniente coronel del Ejército del Aire. Ella escribió sobre “una extraña falta de restos sobre el césped del Pentágono, a pesar de que estuve allí sólo algunos momentos después de producirse el impacto –nada de restos del metal de un avión o de su cargamento” [45]. Otro testigo ocular fue Jaime McIntyre, de la CNN, que dijo durante una conexión directa desde el Pentágono el mismo 11-S: “Los únicos restos que pueden verse son tan pequeños que caben en la mano” [46].

La falta de los presumibles restos dentro del Pentágono fue comunicada por April Gallop que, con su hijo de dos meses, resultó gravemente herida. Ella declara:

“Yo estaba en el anillo E (…) Tuvimos que huir del edificio antes de que las plantas (…) se derrumbaran sobre nosotros. No recuerdo en ningún momento haber visto ningún resto de avión (…) Si no me hubieran informado [en el hospital de que se trataba de un avión], nunca lo hubiese creído. Yo estuve caminando por ese lugar intentando salir antes de que todo se derrumbara sobre nosotros (…) Seguro que tendríamos que haber visto algo”. [47]

En lo tocante a los daños, Omholt, hablando sobre las pruebas fotográficas [48], escribe: “No hay un agujero lo suficientemente grande para tragarse un 757 (…) No hay pruebas visibles de combustible de avión quemado (…) Los daños esperados de un “estrellamiento” no existen (…) ¡Ni siquiera resultó dañado el césped del Pentágono! La versión “oficial” es una completa mentira” [49]. Un testimonio también importante fue aportado por la reservista del ejército Isabelle Slifer, cuya oficina en la tercera planta estaba directamente encima de la zona de impacto entre la planta baja y la primera. A pesar de que un 757 tiene una cola muy grande, su oficina no fue dañada por el impacto. [50]

Quinto, el Pentágono es con seguridad el edificio mejor defendido del planeta. Se encuentra en una zona ultra-restringida. Está sólo a escasas millas de la base del Ejército del Aire de Andrews, que está asignada para proteger esa zona y tiene al menos tres escuadrillas de cazas en alerta permanente. (El argumento del informe de la Comisión 9/11 de que no había cazas en alerta durante la mañana del 11-S es completamente imposible y se contradice en el propio sitio web del ejército [51]) Además es conocido que el Pentágono está protegido por baterías de misiles tierra-aire [52], de modo que si un avión sin un transmisor militar de los Estados Unidos, que irradie una señal “amiga”, penetra el espacio aéreo del Pentágono, debería ser automáticamente derribado –salvo que los responsables del Pentágono hayan desactivado las defensas antiaéreas. Por lo tanto, tanto si el Pentágono fue atacado por un aparato militar o no militar, el ataque tuvo que ser una operación interna.

Una sexta razón para dudar del relato oficial es que, como en el World Trade Center, las pruebas fueron rápidamente destruidas. Poco después del ataque, los restos fueron recogidos del lugar del impacto y sacados de allí [53]. Y poco más tarde todo el césped fue cubierto con tierra y grava, con lo que cualquier prueba forense que permaneciera en el lugar fue literalmente enterrada. [54]

Más aún, agentes del FBI procedieron rápidamente a confiscar los vídeos de las cámaras de seguridad de los edificios cercanos [55]. El Departamento de Justicia, tras negarse durante largo tiempo tiempo a devolverlos, entregó por fin en mayo de 2006 uno de ellos, que presuntamente debía mostrar un Boeing 757 chocando contra el Pentágono. Pero no lo hacía. Incluso Bill O’Reilly, de Fox News, tuvo que decir: “No veo ningún avión ahí” [56]. Si existieran algunos vídeos que confirmaran claramente el relato oficial, ¿no deberíamos haberlos visto tan a menudo como hemos visto los ataques al World Trade Center?

Estos seis problemas, en conflicto con el relato oficial, indican en conjunto que el ataque al Pentágono fue orquestado por fuerzas del interior del propio gobierno estadounidense.

A la luz de estas tres primeras refutaciones del relato oficial, podemos reflexionar sobre la advertencia del presidente Bush de no tolerar “escandalosas teorías conspirativas sobre los ataques del 11 de septiembre” [57]. Es una advertencia estupenda. Pero desvía la atención del hecho de que la única escandalosa teoría conspirativa es la teoría oficial, según la cual una banda de musulmanes árabes conspiraron para vencer no sólo al sistema de defensa más sofisticado de la historia, sino también, tanto en los ataques de Nueva York como en el de Washington, a varias leyes básicas de la física. Los problemas de la versión oficial, además, no acaban aquí. Una cuarta cuestión es:


IV. ¿Por qué se quedaron el presidente y sus agentes del servicio secreto en la escuela?

Tras oir que un avión había alcanzado a una de las Torres Gemelas, se dijo que el presidente Bush creyó que era un accidente. Por lo tanto no resultaba demasiado extraño que decidiera seguir adelante con la sesión de fotos en la escuela de Sarasota. Las noticias del segundo ataque, sin embargo, deberían haber indicado a sus agentes del servicio secreto –suponiendo que estos ataques fueran inesperados– que el país estaba sufriendo un inesperado ataque terrorista. Y sin embargo el presidente continuó en la escuela durante otra media hora.

Este comportamiento fue muy extraño. La localización del presidente había sido publicitada abiertamente. Si los ataques hubieran sido realmente inesperados, el servicio secreto, al no tener idea de cuántos aviones habían sido secuestrados, debería haber sospechado que el propio presidente podría ser uno de los objetivos: ¿Qué podría ser más satisfactorio para terroristas extranjeros que atacaban objetivos de alto valor que matar al presidente? Por todo ello el servicio secreto debería haber tenido en cuenta que un avión secuestrado podría estar descendiendo sobre la escuela en cualquier momento, listo para chocar contra ella, matando al presidente y a todos los que estaban allí –incluidos los propios agentes del servicio secreto. En todo caso, el procedimiento normal del servicio secreto es trasladar al presidente a un lugar seguro si hay cualquier señal de que pueda estar en peligro. Y sin embargo estos agentes, después de dejar al presidente en el aula otros 10 minutos, permitieron que diera su prevista alocución por televisión, en la que anunció al mundo que se encontraba todavía en esa escuela.

Este comportamiento sería explicable sólo si el responsable del servicio secreto supiera con detalle que los objetivos no incluían al presidente. Pero ¿cómo podía saberse esto si no fuera porque los ataques fueron organizados por personas dentro del propio gobierno estadounidense? La Comisión 9/11, lejos de preguntarse por estas cuestiones, dijo sólo: “El servicio secreto nos dijo que ellos (…) no consideraron imperativo que el presidente saliera corriendo por la puerta” [58]. Una investigación seria sobre este asunto, por lo tanto, queda pendiente.


V. ¿Por qué la Comisión 9/11 mintió sobre las actividades del vicepresidente Cheney?

Una señal de la complicidad del vicepresidente Cheney es el hecho de que la Comisión 9/11 sintió la necesidad de mentir sobre el tiempo de dos de sus actividades: su llegada al Centro Presidencial de Operaciones de Emergencia (PEOC en sus siglas en inglés) bajo la Casa Blanca, y la autorización para derribar cualquier avión de línea secuestrado.

Se ha informado ampliamente de que el vicepresidente entró en el PEOC poco después del segundo ataque al World Trade Center, sobre las 9:15 [59]. El testigo más notorio de esto fue el secretario de Transportes Norman Mineta, que testificó ante la Comisión 9/11 que cuando él llegó al PEOC a las 9:20, Cheney ya estaba allí. El Informe de la Comisión 9/11, sin embargo, afirma que Cheney no llegó al PEOC hasta “poco antes de las 10:00, quizás a las 9:58” [60]. La declaración de Mineta fue simplemente suprimida en el informe final de la Comisión 9/11 que dirigió Zelikow. ¿Por qué llegaría tan lejos la Comisión –contando una mentira evidente y omitiendo una prueba públicamente comprobable– para ocultar el verdadero momento de la llegada de Cheney al PEOC?

Una posible razón está vinculada al testimonio de Mineta, que declaró que durante el tiempo en que el aparato iba acercándose al Pentágono, había allí un hombre joven que le iba diciendo al vicepresidente: “El aparato está a 50 millas”, “el aparato está a 30 millas”. Y cuando llegó a “el aparato está a 10 millas”, el joven también dijo al vicepresidente: “¿Siguen en pie las órdenes?”. Y el vicepresidente dijo: “Por supuesto que siguen en pie. ¿Has oido algo en contra?” [61]. Mineta informó que esta conversación tuvo lugar aproximadamente a las 9:25 ó 9:26.

Esta declaración le crea un problema al relato oficial. El portavoz del secretario de Defensa Rumsfeld, al explicar por qué el Pentágono no fue evacuado antes de ser alcanzado, afirmó que “sencillamente en el Pentágono no sabíamos que este avión venía hacia nosotros” [62]. La Comisión 9/11 apoyó esta afirmación, alegando que no había aviso sobre un avión no identificado que se dirigiera hacia Washington hasta las 9:36, y por lo tanto sólo “dos o tres minutos” antes de que el Pentágono fuera alcanzado a las 9:38 [63]. La declaración de Mineta, sin embargo, dice que Cheney sabía de un aparato que se acercaba más de 10 minutos antes. Habría habido unos 12 minutos para evacuar el Pentágono; 125 vidas podrían haberse salvado.

La declaración de Mineta también implica que Cheney podría haber dado órdenes de permanecer inactivos. El propio Mineta no hizo esta alegación, diciendo en cambio que él supuso que “las órdenes” eran derribar al avión. Pero esta interpretación no encaja con lo que sucedió entonces –el aparato no fue derribado. Esto además convertiría la historia en algo ininteligible: La pregunta del hombre joven de si las órdenes todavía estaban en pie no tendría sentido si no hubieran sido órdenes de hacer algo inesperado –no de derribar el avión. Suprimiendo el testimonio de Mineta y afirmando que Cheney no entró en el PEOC hasta casi las 10:00, la Comisión 9/11 quería dar a entender que Cheney no podía haber dado una orden de permanecer inactivos que permitió a un aparato alcanzar el Pentágono.

El completo descaro de la mentira de la Comisión está documentado por el hecho de que ésta contradice el propio relato de Cheney, que todavía puede leerse en el sitio web de la Casa Blanca. Hablando a la NBC cinco días después del 11-S, Cheney dijo: “Después de que hablé con el presidente (…) bajé al Centro Presidencial de Operaciones de Emergencia (…) Poco tiempo después supimos que el Pentágono había sido alcanzado” [64]. O sea que él estaba allí, como declaró Mineta, algún tiempo antes de que el Pentágono fuera atacado, no 20 minutos después.

La mentira sobre la llegada de Cheney al PEOC ha sido también importante para la controversia sobre si el ejército estadounidense derribó el vuelo 93. La Comisión 9/11, ignorando sencillamente una enorme cantidad de pruebas de que el avión fue derribado [65], apoyó la afirmación oficial de que no fue derribado porque Cheney, que no habría llegado al PEOC hasta casi las 10:00, no habría dado la orden de derribarlo hasta después de las 10:10 –lo que debió haber sido siete o más minutos después de que el vuelo 93 ya hubiera chocado (a las 10:03, según el relato oficial). Pero, además de la evidencia de que Cheney estaba ya en el PEOC desde alrededor de las 9:15, tenemos también datos –incluyendo las declaraciones de Richard Clarke, que era el coordinador nacional de seguridad y antiterrorismo, y del coronel Robert Marr, el responsable del sector noreste del NORAD (el NEADS) [66]– de que las órden de Cheney se habrían cursado mucho antes de las 10:00 [67].

La Comisión 9/11 miente obviamente sobre las actividades de Cheney, y hay razones para sospechar que esto se ha hecho, bajo la dirección de Phiplip Zelikow, con la intención de ocultar la responsabilidad de Cheney en el ataque al Pentágono y el derribo del vuelo 93. [68]

Curiosamente, aunque el artículo antes mencionado de Michael Bronner y la película United 93, en la que él trabajó, se hicieron con la obvia intención de reforzar la versión oficial sobre este avión, no refutan la conclusión de que esta versión es falsa. Y esto por una cosa: las llamadas desde teléfonos móviles. Estas llamadas, que juegan un papel central en el drama, eran teconológicamente imposibles en 2001 [69]. Más aún, el general Larry Arnold, que era el comandante general de la Región Continental del NORAD en esos días, dijo tras haber visto United 93: “El trailer de la película dice que los militares no fuimos notificados sobre el vuelo UAL 93 hasta 4 minutos después de que se estrellara. Esto no es cierto, porque fuimos notificados un corto tiempo antes de que chocara (…) Yo avisé al coronel Marr de que interceptara el vuelo UAL 93”. [70]


VI. ¿Tenía la administración Bush-Cheney motivos para organizar los ataques del 11-S?

Cuando los fiscales pretenden probar que un acusado es culpable de los cargos que se le imputan, deben mostrar los “medios, motivos y ocasión”. Está claro que la administración Bush-Cheney, incluido su Pentágono bajo la dirección de Donald Rumsfeld, tenía los medios y la ocasión para organizar los acontecimientos del 11-S. De los numerosos motivos que los altos responsables de la administración podrían haber tenido, mencionaré tres:

Afganistán: El libro de Zbigniew Brzezinski The Grand Cheesboard [El gran tablero de ajedrez], publicado en 1997, decía que establecer bases militares en Asia Central sería crucial para mantener la “supremacía americana”, en parte por las enormes reservas de petróleo existentes en torno al mar Caspio. Pero la democracia americana, añadía, “es enemiga de la movilización imperial”, que requiere “resignación económica (es decir, gastos de defensa) y sacrificio humano (bajas entre los soldados profesionales)”. El libro explicaba que el público “apoyó la entrada de América en la Segunda Guerra Mundial más que nada por el shock que le produjo el ataque japonés a Pearl Harbor”. Brzezinski sugería que los norteamericanos apoyarían hoy las operaciones militares en Asia Central “sólo en la circunstancia de que se percibiera de forma masiva y amplia una amenaza externa directa”. [71]

El apoyo a esas operaciones militares fue generado por los ataques del 11-S más la afirmación de la administración Bush-Cheney de que esos ataques habían sido planeados en Afganistán por Osama Bin Laden –una afirmación sobre la que la administración se negó a dar prueba alguna [72] y sobre la que incluso el FBI admitió que no había “pruebas sólidas”. [73]

Un motivo más específico fue suministrado por la llamada “guerra del oleoducto” [74]. La administración Bush-Cheney apoyaba el plan de UNOCAL de construir un oleoducto-gaseoducto a través de Afganistán, pero los Talibán, al ser incapaces de garantizar la seguridad suficiente, empezaron a ser vistos como un obstáculo. En una reunión en Berlín en 2001, representantes de la administración estadounidense intentaron que los Talibán aceptaran compartir el poder con las otras facciones, diciéndoles según se supo: “O aceptáis nuestra oferta de una alfombra de oro, u os enterraremos bajo una alfombra de bombas” [75]. Cuando los Talibán se negaron, se supo que los norteamericanos dijeron que “las acciones militares contra Afganistán van a ponerse en marcha (…) antes de que empiece a nevar en Afganistán, como mucho a mediados de octubre” [76].

Dado el hecho de que los ataques a Nueva York y Washington ocurrieron el 11 de septiembre, el ejército norteamericano tuvo tiempo para preparar lista su logística y empezar el ataque a Afganistán el 7 de octubre.

Iraq: Algunos miembros clave de la administración Bush-Cheney –como Paul Wolfowitz, Lewis “Scooter” Libby, Donald Rumsfeld y el propio Dick Cheney– fueron a finales de los noventa miembros activos del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNSA) (PNAC, en sus siglas en inglés), una organización que abogaba por atacar a Iraq, quitar a Saddam Hussein, establecer una fuerte presencia militar y controlar el crudo [77]. El texto del PNSA Rebuilding America’s Defenses [Reconstruyendo las defensas de América], publicado a finales de 2000, reiteraba la idea de una presencia militar permanente en la región del Golfo, diciendo que “el no resuelto conflicto con Iraq suministra la justificación inmediata”, pero que “la necesidad de una sustancial presencia de las fuerzas americanas en el Golfo trasciende el asunto del régimen de Saddam Hussein”. [78]

Tanto Paul O’Neill como Richard Clarke han revelado que inmediatamente tras su toma de posesión, la administración Bush intentó ocuparse de Iraq. La única cuestión era “encontrar una vía para hacerlo”, como señaló O’Neill. “Los ataques terroristas del 11 de septiembre”, dijo Bob Woodward, “dieron a los Estados Unidos un nuevo marco para ir tras Hussein”. Aunque no hubo iraquíes entre los pretendidos piratas aéreos, la administración Bush consiguió usar el 11-S como pretexto para atacar Iraq. Dado el estado de miedo creado en la psique norteamericana por el 11-S, la administración sólo necesitó fabricar pruebas de que Saddam estaba adquiriendo armas nucleares, mientras también sugería que había estado envuelto en el 11-S. [79]

Aumento del gasto militar: Un segundo posible motivo ha sido el objetivo general del PNSA de acrecentar la superioridad militar de los Estados Unidos de América, para establecer una “Pax Americana” global. Este objetivo ya fue defendido en el borrador de 1992 de la Defense Planning Guidance [Guía de planificación de la defensa], escrita por Wolfowitz y Libby bajo la dirección de Cheney.

En 2000 Wolfowitz y Libby participaron en el proyecto del PNSA Rebuilding America’s Defenses, donde este objetivo se planteaba una vez más. Este documento también contenía una idea quizás tomada del libro de Brzezinski: Tras decir que la deseada “Pax Americana” “debe basarse firmemente en una incuestionable preeminencia militar estadounidense” y que tal preeminencia requeriría una transformación tecnológica del ejército estadounidense, añadía que este proceso de transformación “sería seguramente muy largo si no hubiera algún acontecimiento catastrófico y catalizador –como un nuevo Pearl Harbor”. [80]

Cuando se produjo el 11-S, fue inmediatamente tratado como “el Pearl Harbor del siglo XXI”, como se sabe que Bush lo llamó ya esa misma noche. También fue definido, en palabras de Bush, como “una gran oportunidad” [82], y Rumsfeld añadió que el 11-S creaba “el tipo de oportunidad que la Segunda Guerra Mundial creó, la oportunidad para remodelar el mundo” [83]. Esta idea se mostraba en el anteriormente citado documento de Rice-Zelikow, The National Security Strategy of the United States of America for 2002 [La estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos de América para 2002], que sin rubor dice: “Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 han abierto grandes, nuevas oportunidades”. [84]

Una dimensión central de la deseada transformación tecnológica del ejército era la armamentización del espacio, llamada eufemísticamente “defensa antimisiles” (Un neocon, Lawrence Kaplan, dijo cándidamente: “La defensa antimisiles no está hecha realmente para proteger a América. Es un instrumento para la dominación global” [85]). En enero de 2001, la Comisión de la Seguridad Nacional para la Dirección y Organización del Espacio, que estaba presidida por Rumsfeld, publicó su informe. Hablando de la necesidad de masivos recursos para el Comando Espacial de los Estados Unidos, la Comisión Rumsfeld se preguntaba si tales recursos se asignarían sólo tras un “Pearl Harbor del espacio”. [86]

La misma tarde del 11-S Rumsfeld dio una conferencia de prensa. Al senador Carl Levin, presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, le preguntaron: “Senador Levin, usted y otros demócratas en el Congreso han expresado en voz alta su temor de no tener sencillamente suficiente dinero para el enorme incremento en defensa que pretende el Pentágono, especialmente para la defensa antimisiles (…) ¿Este tipo de hechos le convencen de que la emergencia existe en este país, e incrementar los gastos de defensa?” [87]. El Congreso aprobó inmediatamente cuarenta mil millones de dólares para el Pentágono y cientos de miles de millones más tarde, sin que se hicieran muchas preguntas.


Conclusión: La fundamental importancia del 11-S

Las evidencias señaladas –más el hecho de que todas las “pruebas” que parecen implicar a los pretendidos piratas aéreos, como las llamadas desde teléfonos móviles, las fotos de los aeropuertos y los equipajes y pasaportes descubiertos, parecen haber sido fabricadas– llevan a la conclusión de que el 11-S fue una operación “interna” organizada por la administración Bush por razones de índole imperial. [88]

Si esta conclusión es correcta, entonces exponer la falsedad del relato oficial del 11-S debería ser una prioridad para todo aquel que desee frenar la actual política del gobierno estadounidense, y esto por al menos cuatro razones.

Primero, el 11-S ha suministrado el pretexto para la mayor parte de la dañina y destructiva política llevada a cabo por la administración Bush-Cheney hasta hoy. Cuando se plantea cualquier objeción a esta política ilegal de la administración estadounidense –desde las invasiones ilegales a la tortura, la vigilancia ilegal, la armamentización del espacio y hablar de ataques nucleares preventivos– la respuesta es siempre la misma: “Los críticos no acaban de comprender que el mundo ha cambiado el 11-S”. Hasta que la verdad sobre el 11-S no salga a la luz, continuará habiendo un cheque en blanco para virtualmente cualquier cosa que desee la administración norteamericana.

Segundo, la verdad sobre el 11-S es una verdad que el pueblo norteamericano no va a tolerar. La gente en Estados Unidos se ha mostrado notablemente, incluso inquietantemente, tolerante sobre muchas otras cosas –como la clara indicación en la memoria publicada por Downing Street de que la administración Bush planeó “controlar” los datos que se difundían sobre las “armas de destrucción masiva” de Iraq –cosa que debería haber provocado demandas de revocación [89]. Pero el pueblo norteamericano no permitiría que una administración se mantuviese en el poder tras conocer que ella había orquestado los ataques del 11-S.

Tercero, la organización de los ataques del 11-S va mucho más lejos que cualquier caso precedente de “delitos y fechorías” que se haya usado como motivo de revocación de un gobierno. Los ataques han sido –en palabras de los propios Bush, Cheney y Rumsfeld– crímenes atroces. Cualquier ciudadano norteamericano que haya participado en la planificación, ejecución o encubrimiento de esos ataques es culpable de alta traición, tal como queda definido en el artículo 3 de la Constitución de los Estados Unidos, ya que esos ataques fueron actos de guerra contra los Estados Unidos –una vez más de acuerdo a los propios Bush, Cheney y Rumsfeld. Si esta traición no fuera desenmascarada y perseguida, quedaría poca esperanza para la supervivencia de las formas democráticas que todavía tenemos. Si fracasamos en conseguir una investigación rigurosa de las evidencias de tal traición –especialmente dado que estas evidencias, una vez examinadas, son abrumadoras [90]– les estaríamos diciendo a sus perpetradores que pueden seguir haciendo cualquier cosa.

Finalmente, para frenar la política de la administración Bush-Cheney nos hará falta algo más que quitar a esta administración de sus despachos. Los ataques del 11-S fueron organizados para apoyar el proyecto de crear un imperio americano a nivel global y, como ya hemos visto antes, esto ha sido un largo proyecto bipartidista. Las diferencias han sido sobre la estrategia, el énfasis y el comportamiento, más que sobre el objetivo en sí mismo. El reemplazamiento de la administración Bush-Cheney por una administración demócrata, si se hace por razones distintas de averiguar la verdad sobre el 11-S, significará probablemente un simple cambio hacia formas más sutiles, más sofisticadas, y por lo tanto más efectivas de imperialismo, formas que los Estados Unidos ya han puesto en práctica con anterioridad. [91]

Lo que debe reconocerse públicamente es que el proyecto bipartidista de dominación global está impulsado, como he señalado en otro lugar, por “el fanatismo, basado en un sistema de valores profundamente corrompido” [92]. Los que leen sobre el imperialismo de Estados Unidos saben que ha habido abundantes pruebas para hacer esta afirmación. Pero la revelación pública de la verdad sobre el 11-S podría tener un valor educativo que se extendería mucho más allá de los círculos que leen análisis políticos. Si los norteamericanos nos damos cuenta de que los ataques del 11-S estuvieron justificados en las mentes de quienes los planearon por el objetivo de crear un imperio global, esta toma de conciencia extendería el rechazo hacia ese objetivo y los valores implícitos en él –valores que son diametralmente opuestos a los valores básicos que están en todas las religiones del mundo y en todos los sistemas éticos.


Epílogo

Antes de 2006, el movimiento por la verdad sobre el 11-S, con su afirmación de que estos atentados fueron un “trabajo interno”, fue ampliamente ignorado por los defensores de la teoría conspirativa oficial. En 2006, sin embargo, se supo que este movimiento hablaba ya en nombre de una parte significativa de la opinión pública norteamericana. Una encuesta Zogby indicaba que el 42 por ciento de los estadounidenses creía que el gobierno y la Comisión 9/11 habían ocultado determinadas pruebas que contradecían la versión oficial [93]. Una encuesta de Scripps-Ohio University señalaba que el 36 por ciento pensaba que “responsables oficiales o bien participaron en los ataques al World Trade Center y al Pentágono, o bien no emprendieron acción alguna para evitarlos ‘porque deseaban que los Estados Unidos fueran a la guerra en Oriente Medio’” [94]. Una reseña en Time Magazine, que daba cuenta de estos resultados, ponía: “El 36 por ciento es un buen montón de gente. Esto ya no es un fenómeno marginal. Es una realidad política de primer orden”. [95]

Quizás no por casualidad, 2006 fue un año sin precedentes en la aparición de publicaciones que intentaban revalorizar la teoría conspirativa oficial, y en ataques en la prensa a la teoría alternativa. Los mayores intentos para reforzar la teoría oficial –además del artículo de Bronner y el libro de Kean-Hamilton mencionados antes– fue Debunking 9/11 Myths [Refutando los mitos del 11-S], publicado por Popular Mechanics [Mecánica Popular], y “Answers to Frequently Asked Questions” [Respuestas a preguntas frecuentes] del NIST, en los que se intentaba refutar la afirmación de que las Torres Gemelas fueron derruídas mediante explosivos [97]. Yo he respondido a todos estos intentos en mi libro Debunking 9/11 Debunking [Refutando la refutación del 11-S], mostrando que estos escritos pueden parecer de peso a quien no haya estudiado los hechos, pero no a quien lo haya hecho.

Los ataques en la prensa no sólo vinieron de los grandes medios sino también de la izquierda. Voy a tratar aquí de dos de los más importantes ataques desde la izquierda, “The 9/11 Faith Movement” [El movimiento de la fe del 11-S] de Terry Allen (In These Times) y “The 9/11 Conspiracy Nuts” [“Los chiflados de la conspiración del 11-S”] de Alexander Cockburn (The Nation) [98], ya que ambos atacan mis escritos en particular.

Allen, citando la encuesta Zogby que indica que un 42 por ciento de nuestra población cree que ha habido un encubrimiento de las pruebas, comenzaba su artículo escribiendo: “A los americanos les encantan las conspiraciones (…) Hay algo confortante en imaginar un mundo donde hay alguien culpable”. Esta explicación pseudo-psicológica ignora el hecho de que la idea más confortante es sin duda la que tiene precisamente Allen: que nuestro gobierno no atacó a su propio pueblo.

Como su título indica, el punto principal de Allen es que el movimiento por la verdad del 11-S está basado en “la fe” más que en “hechos” (Así, en respuesta a la pregunta del directivo de la ITT Salim Muwakkil “¿Qué le pasa a Griffin?”, Allen respondió: “una parte de ello es que es un teólogo que trabaja con la fe” [99]). Los hechos, dice Allen, no apoyan “la principal acusación de los conspiracionistas de que los edificios del World Trade Center fueron destruidos por explosivos previamente colocados”. ¿Cómo lo sabe Allen? “Ingenieros de estructuras encontraron la destrucción coherente con los fuegos causados por el choque del avión de línea”. Con esta alusión a los informes de la FEMA y del NIST, Allen toma precisamente como artículo de fe las afirmaciones públicas de los ingenieros que trabajan para la administración Bush (tal y como la gente muchos años atrás creía las afirmaciones de los científicos a sueldo de las tabacaleras de que el tabaco no producía cáncer).

Asegurándonos que ha estudiado el tema durante meses, Allen encuentra “relativamente fácil” desmontar los “datos” del movimiento: explica que el tercer edificio, el edificio WTC 7 del World Trade Center, se desplomó porque “fue dañado por los cascotes, y sufrió incendios eventualmente propagados por el fuel guardado cerca de la planta baja”. Estos incendios no pudieron ser sofocados, añade Allen, porque “el colapso de las torres rompió la conducción principal de agua de la zona”. Cree, en otras palabras, el relato oficial de que los edificios se desplomaron fundamentalmente por grandes incendios. Es un tema de fe en el sentido de “tener la certeza de cosas no vistas”. Como se ha mencionado previamente, las fotografías no muestran grandes incendios en el edificio WTC 7. Incluso su afirmación sobre el agua es falsa: Los bomberos estuvieron bombeando grandes cantidades de agua directamente desde el Hudson. [100]

La principal razón para que A. Cockburn llame a los miembros del movimiento por la verdad del 11-S “chiflados” es que creemos que los ataques tuvieron éxito por una “conspiración” y no por la incompetencia. En mi trabajo The New Pearl Harbor [El nuevo Pearl Harbor] dediqué un capítulo entero a este asunto, mostrando que la teoría de la incompetencia es en realidad una enorme teoría de la coincidencia que implica que “los agentes de la oficina de aviación, los responsables de la defensa aérea y del NORAD, los pilotos, los agentes de inmigración, los responsables militares de los Estados Unidos en Afganistán, y numerosas agencias de inteligencia estadounidenses, actuaban todos con extrema e inusitada incompetencia cuando se trataba de los asuntos relacionados con el 11-S”. [101]

En relación al fracaso de la interceptación, la posición de Cockburn es que nuestros militares no fueron suficientemente eficaces en llevar a cabo esa operación (aunque hubieran hecho ya ejercicios relacionados con ataques de este tipo), y que los operativos de “Al-Qaida” sí lo fueron. ¿No parece ésta la visión “chiflada”?

Creyendo, como Allen, que es fácil dar respuestas a nuestras preguntas, Cockburn sugiere que las Torres Gemelas cayeron porque “estaban mal construidas” y porque “fueron impactadas por grandes aviones cargados de fuel”. El hecho de que esta teoría viole las leyes de la física y todos los precedentes históricos conocidos, no impide a Cockburn intentar endorsárnosla. Además, sin timidez en revelar su ignorancia, añade: “La gente dentro que sobrevivió al hundimiento no oyó ninguna serie de explosiones”.

Si creer que el 11-S fue una operación interna es automáticamente ser un “chiflado”, esta lista de “chiflados” incluiría entonces a gente como el antiguo analista de la CIA Hill Christison, que explicaba las razones que le llevaron a escribir un artículo titulado “Stop Belittling the Theories About September 11” [Dejemos de menospreciar las teorías sobre el 11 de septiembre] diciendo: “Me pasé los primeros cuatro años y medio tras el 11 de septiembre negándome completamente a considerar las teorías que se proponían en torno a los ataques de ese día (…) En el último año y medio, y muy a mi pesar, ha cambiado mi forma de ver las cosas” [103]. La experiencia de Christison y la mía evidencian que lo fundamental es el deseo de enfrentarse a las pruebas.

Tanto Allen como Cockburn terminan con la queja básica que se encuentra en los ataques desde la izquierda al movimiento por la verdad sobre el 11-S: Lo que plantea este movimiento supondría una distracción respecto a los verdaderos crímenes del gobierno. Christison no está de acuerdo, y dice que si el 11-S fue en verdad un fraude,

“Esto implica un crímen mucho mayor contra el pueblo norteamericano y los pueblos del mundo que cualquier otra acusación de fraude relacionada con el desarrollo de la invasión de Iraq en 2003 (…) Después de todo, los acontecimientos del 11-S han sido usados por la administración para justificar cada aspecto concreto de la política exterior norteamericana en Oriente Medio desde esa fecha. Es una acusación más importante también porque afecta directamente al centro de nuestro sistema político.” [104]

Hago un llamamiento a los lectores que no lo hayan hecho todavía a seguir el ejemplo de Christison y examinar las pruebas existentes. Y si les parecen convincentes, a sumar su voz a la de quienes reclaman una verdadera investigación de estos acontecimientos.


Notas

[1] Andrew J. Bacevich, American Empire: The Realities and Consequencesof U.S. Diplomacy (Cambridge: Harvard University Press, 2002), 30, 218-19.

[2] Citado en Emily Eakin, "All Roads Lead To D.C.," New York Times, Week In Review, 31 de marzo de 2002.

[3] Robert Kagan, "The Benevolent Empire," Foreign Policy, Verano de 1998: 24-35.

[4] Dinesh D'Souza, "In Praise of an American Empire," Christian Science Monitor, 26 de abril de 2002.

[5] Noam Chomsky, Hegemony or Survival: America's Quest for Global Dominance (New York: Metropolitan Books, 2003).

[6] Richard Falk, "Will the Empire Be Fascist?" Global Dialogues, 2003; "Resisting the Global Domination Project: An Interview with Prof. Richard Falk," Frontline, 20/8 (12-25 de abril de 2003).

[7] Chalmers Johnson, The Sorrows of Empire: Militarism, Secrecy, and the End of the Republic (New York: Metropolitan Books, 2004), 33, 4.

[8] Bacevich, American Empire, 7, 46.

[9] Ibid., 133, 52.

[10] Sobre México, véase Richard Van Alstyne, The Rising American Empire (1960; New York, Norton, 1974), 143. Sobre las Filipinas, véase Stuart Creighton Miller, Benevolent Assimilation: The American Conquest of the Philippines, 1899-1903 (New Haven: Yale University Press, 1982), 11, 57-66, 237, 245-47. Sobre Vietnam, véase Marilyn B. Young, The Vietnam Wars 1945-1990 (New York: HarperCollins, 1991), 116-21, and George McT. Kahin, Intervention: How American Became Involved in Vietnam (Garden City: Anchor Press/Doubleday, 1987), 220-23.

[11] Véase James Bamford, Body of Secrets: Anatomy of the Ultra-Secret National Security Agency (2001: New York: Anchor Books, 2002), 82-91.

[12] Véase Walter LaFeber, The Clash: U.S.-Japanese Relations throughout History (New York: Norton, 1997), 164-66.

[13] Véase William Shirer, The Rise and Fall of the Third Reich (New York: Simon and Schuster, 1990), 191-93, cuyos análisis han sido confirmados en Alexander Bahar y Wilfried Kugel, Der Reichstagbrand: Wie Geschichte Gemacht Wird (Berlin, Edition Q, 2001); comentado en Wilhelm Klein, “The Reichstag Fire, 68 Years On”, World
Socialist Website
, 5 de julio de 2001.

[14] Véase "Nazi Conspiracy and Aggression, Vol. II: Criminality of Groups and Organizations"; Ian Kershaw, Hitler: 1936-45: Nemesis (New York: Norton, 2001), 221; y "Gleiwitz Incident," Wikipedia.

[15] La cronología de Thompson fue publicada originalmente en www.cooperativeresearch.org. Una gran parte de ella ha sido ahora publicada como The
Terror Timeline: Year by Year, Day by Day, Minute by Minute: A Comprehensive Chronicle of the Road to 9/11-and America's Response
(New York: ReganBooks, 2004).
La versión en la red continúa siendo actualizada y es la fuente más completa sobre el 11-S basada en fuentes oficiales.

[16] David Ray Griffin, The New Pearl Harbor: Disturbing Questions about the Bush Administration and 9/11 (Northampton, Mass.: Olive Branch, 2004).

[17] Ibid., xxiii.

[18] Calgary Herald, 13/10/2001; Glen Johnson, “Otis Fighter Jets Scrambled Too Late to Halt the Attacks”, Boston Globe, 15/09/2001.

[19] David Ray Griffin, The 9/11 Commission Report: Omissions and Distortions (Northampton: Olive Branch, 2005), 139-48.

[20] Ibid., 155-226. Para una breve exposición: "Flights of Fancy: The 9/11 Commission's Incredible Tales about Flights 11, 175, 77, and 93", en David Ray Griffin, Christian Faith and the Truth Behind 9/11: A Call to Reflection and Action (Louisville: Westminster John Knox Press, 2006).

[21] David Ray Griffin, Debunking 9/11 Debunking: An Answer to Popular Mechanics and Other Defenders of the Official Conspiracy Theory (Northampton, Mass.: Olive Branch, 2007).

[22] “High-Rise Office Building Fire One Meridian Plaza Philadelphia, Pennsylvania”, FEMA; "Fire Practically Destroys Venezuela's Tallest Building" .
[Véase también el caso del edificio Windsor de Madrid, que se consumió completamente por el fuego sin desplomarse. Nota del OI]

[23] El periodista del New York Magazine Mark Jacobson, refiriéndose al edificio unos minutos antes de que se desplomara, dijo: “No era un edificio de 47 plantas que estuviera envuelto en llamas. El edificio entero no estaba ardiendo (...) Había fuego saliendo sólo de unas pocas plantas” (Puede verse a Jacobson haciendo estas declaraciones en la película de Michael Berger Improbable Collapse: The Demolition of Our Republic). El jefe de los bomberos de Nueva York, Thomas McCarthy, dijo que los bomberos vieron “fuego en tres plantas separadas” (9/11 Oral History of Thomas McCarthy, 10-11). El técnico del equipo médico de emergencias Decosta Wright dijo: “Creo que la cuarta planta estaba ardiendo (…) Y yo dije ¿váis a ocuparos de ese fuego, chicos?” (9/11 Oral History of Decosta Wright, 11). Estas citas proceden de las declaraciones orales recogidas por el Departamento de Bomberos de Nueva York a finales de 2001, pero sólo publicadas (tras un combate judicial) en agosto de 2005, y desde entonces accesibles en el sitio web del New York Times.

[24] Una fotografía tomada por Terry Schmidt puede verse en la página 63 del libro de Eric Hufschmid Painful Questions: An Analysis of the September 11th Attack (Goleta, California: Endpoint Software, 2002). Según Schmidt, esta foto fue tomada entre las 3:09 y las 3:16 p.m., por lo tanto un poco más de dos horas antes del desplome del edificio 7. La foto muestra que son visibles fuegos en la fachada norte pero sólo en las plantas 7 y 12.

[25] Citado en Christopher Bollyn, "New Seismic Data Refutes Official Explanation", American Free Press, actualizado el 12 de abril de 2004. Para muchos otros ejemplos véase la subsección llamada "Molten Steel" en mi capítulo "The Destruction of the World Trade Center: Why the Official Account Cannot Be True", en Christian Faith and the Truth Behind 9/11; o la discusión sobre el metal fundido en el capítulo 3 de Debunking 9/11 Debunking.

[26] Por ejemplo Joe "Toolie" O'Toole, un bombero del Bronx que trabajó durante meses en las tareas de rescate y desescombro, dijo sobre un travesaño que fue sacado por una grúa de las profundades de las catacumbas de la Zona Cero: “Estaba chorreando metal fundido” (Jennifer Lin, "Recovery Worker Reflects on Months Spent at Ground
Zero"
, Knight Ridder, 29 de mayo de 2002).

[27] Véase mi "Explosive Testimony: Revelations about the Twin Towers in the 9/11 Oral Histories", en Christian Faith and the Truth Behind 9/11. Véase también Graeme MacQueen, "118 Witnesses: The Firefighters' Testimony to Explosions in the Twin Towers", Journal of 9/11 Studies, Vol. 2 / agosto de 2006: 49-123.

[28] El capitán Dennis Tardio citado en Dennis Smith, Report from Ground Zero: The Story of the Rescue Efforts at the World Trade Center (New York: Penguin, 2002), 18.

[29] 9/11 Oral History of Daniel Rivera, 9, and 9/11 Oral History of Richard Banaciski, 3-4.

[30] Steven E. Jones, "Why Indeed Did the WTC Buildings Collapse?" en David Ray Griffin and Peter Dale Scott (eds.), 9/11 and American Empire: Intellectuals Speak Out (Northampton: Olive Branch, 2006), 33-62.
La versión en la red en la que Jones se refiere a las fotografías está ahora en el Journal of 9/11 Studies, Vol. 3 / septiembre de 2006.

[31] Para los vídeos de los hundimientos del World Trade Center véase "9/11/01 WTC Videos" y "9/11 Videos: The Controlled Collapse of WTC 7".

[32] Esta entrevista puede verse en "Demo Expert Confirms WTC-7 Was Controlled Demolition".

[33] Véase Daniele Ganser, "Der erbitterte Streit um den 11. September", Tages-Anzeiger, 9 de septiembre de 2006. La afirmación citada en el texto es de Jörg Schneider. Hugo Bachmann es citado diciendo: “En mi opinión el edificio 7 fue echado abajo con toda probabilidad mediante una demolición controlada llevada a cabo por expertos”.

[34] Véase FEMA, World Trade Center Building Performance Study, Cap. 5, Sect. 6.2, "Probable Collapse Sequence", que he analizado en The New Pearl Harbor, 22.

[35] Ésta es sólo una de las más notables de las 115 mentiras, omisiones o distorsiones que he analizado en The 9/11 Commission Report: Omissions and Distortions, y que están resumidas en "The 9/11 Commission Report: A 571-Page Lie", Global Outlook, abril de 2006: 100-106; publicado originalmente en 911Truth.org, 22 de mayo de 2005. Véase en español “115 mentiras sobre los atentados del 11 de septiembre”, Red Voltaire.

[36] Véase The 9/11 Commission Report: Omissions and Distortions, 7-12, 282-85.

[37] Analizo la importancia del doble papel de Zelikow en "Imperial Motives for a New Pearl Harbor", cap. 6 de Christian Faith and the Truth Behind 9/11.

[38] NIST, Final Report on the Collapse of the World Trade Center Towers (PDF document).

[39] Véase Steven Jones, "Why Indeed Did the World Trade Center Collapse?"; Judy Wood, "A Refutation of the Official Collapse Theory", Scholars for 9/11 Truth; Jim Hoffman, "Building a Better Mirage: NIST's 3-Year $20,000,000 Cover-Up of the Crime of the Century", 911 Research, versión 1.0, 8 de diciembre de 2005; y Kevin Ryan, "What is 9/11 Truth? The First Steps," Journal of 9/11 Studies agosto de 2006 / Volumen 2: 1-6, y "Propping Up the War on Terror: Lies about the WTC by NIST and Underwriters Laboratories", in Griffin and Scott (eds.), 9/11 and American Empire, 63-71. Estudio éstas y otras críticas en Debunking 9/11 Debunking, cap. 3, "The Disintegration of the World Trade Center: Has NIST Debunked the Theory of Controlled Demolition?".

[40] John Gross, uno de los 13 científicos citados al comienzo del informe final del NIST, ha sido grabado manifestando este rechazo durante un acto público. Véase "NIST Engineer, John Gross, Denies the Existance [sic] of Molten Steel".

[41] Véase New York Times, 4 de mayo de 2002;, CBS News, 10 de mayo de 2002. El hecho de que Hanjour fuera conocido como un “piloto desastroso” fue incluso reconocido por el informe de la Comisión 9/11 (New York: W. W. Norton, 2004), 225-26, 242, que no puede explicar cómo pudo ser entonces autor de esas proezas aéreas.

[42] Greg Szymanski, "Former Vietnam Combat and Commercial Pilot Firm Believer 9/11 Was Inside Government Job", Lewis News, 8 de enero de 2006.

[43] Ralph Omholt, e-mail del 27 de octubre de 2006.

[44] Won-Young Kim y Gerald R. Baum, Seismic Observations during September 11, 2001, Terrorist Attack (PDF document).

[45] Karen Kwiatkowski, "Assessing the Official 9/11 Conspiracy Theory", en Griffin y Scott (eds.), 9/11 and American Empire.
Véase también "The Missing Wings", en donde A. K. Dewdney y G. W. Longspaugh defienden que la ausencia de restos de las alas es suficiente por sí misma para rechazar la afirmación de que el aparato era un gran avión de línea.

[46] Pulse aquí para el texto y el vídeo.

[47] "Interview with April Gallop", George Washington's Blog, 13 de julio de 2006. También Ed Plaugher, el jefe de bomberos del condado, y Lee Evey, el responsable del proyecto de renovación, dijeron que no vieron grandes piezas como las de un avión (DoD news briefings, 12 y 15 de de septiembre de 2001).

[48] Para las pruebas fotográficas, véase Eric Hufschmid, Painful Questions, cap. 9, y Dave McGowan, "September 11, 2001 Revisited: The Series: Act II", Center for an Informed America.

[49] Ralph Omholt, "9-11 and the Impossible: The Pentagon".

[50] Nikki Lowe, "Pentagon Survivor Donates $500 in Lieu of a Retirement Party: Isabelle Slifer Shares Her Story", Pentagon Memorial Fund Site.

[51] The 9/11 Commission Report: Omissions and Distortions, 159-64. Véase mi análisis posterior in Debunking 9/11 Debunking, cap. 4, "Debunking 9/11 Myths: A Failed Attempt by Popular Mechanics."

[52] Thierry Meyssan, que se ha referido a estas baterías antimisiles (Pentagate [London: Carnot, 2002], 112, 116), ha escrito: “La presencia de estas baterías antimisiles me fue confirmada por oficiales franceses a los que se las mostraron durante una visita oficial al Pentágono.
Esto fue también confirmado posteriormente por un oficial saudí” (e-mail). Véase también John Judge, “Pentagon and P-56 Preparations and Defenses and the Stand-Down on 9/11”, Ratville Times, 11 de enero de 2006.

[53] Pruebas fotográficas de esta limpieza pueden verse en el vídeo de Eric Hufschmid "Painful Deceptions" (accesible en www.EricHufschmid.net).

[54] Una fotografía que muestra este enterramiento literal puede verse en Omholt,
"9-11 and the Impossible: The Pentagon."

[55] Véase Bill McKelway "Three Months On, Tension Lingers Near the
Pentagon"
, Richmond Times-Dispatch, 11 de diciembre de 2001, y Bill Gertz y
Rowan Scarborough, "Inside the Ring," Washington Times, 21 de septiembre de 2001.

[56] Véase Ted Twietmeyer, "Judicial Watch Caught Pulling a 180 on
Pentagon Footage"
,
Rense.com, 21 de mayo de 2006, y "Pentagon Videos a
Fiasco, Scholars Conclude"
, Scholars for 9/11 Truth, 22 de mayo de 2006.

[57] George W. Bush, Address to the General Assembly of the United Nations, November 10, 2001.

[58] The 9/11 Comission Report, 39.

[59] Griffin, The 9/11 Commission Report: Omissions and Distortions, 241-44.

[60] The 9/11 Commission Report, 40.

[61] Comisión 9/11, Audiencia Pública, 23 de mayo de 2003. YouTube tiene las conversaciones entre Mineta y Hamilton y Roemer, en la que se hacen estas afirmaciones.

[62]"Air Attack on Pentagon Indicates Weaknesses," Newsday, 23 de septiembre de 2001.

[63] The 9/11 Commission Report, 34.

[64] "The Vice President appears on Meet the Press with Tim Russert", Camp David, 16 de septiembre de 2001.

[65] Véase Griffin, The 9/11 Commission Report: Omissions and Distortions, 238-39.
Testimonios adicionales proceden de Paul Cellucci, enviado de Washington a Canadá en febrero de 2005. Buscando convencer a Canadá para apoyar el escudo de defensa antimisiles, contó a su audiencia de Toronto que un general canadiense [Michael Jellinek] estaba a cargo del NORAD el 11-S cuando éste envió aviones militares a derribar un aparato secuestrado que se dirigía a Washington (Colin Perkel and Beth Gorham, "Missile Rejection Perplexes U.S.", Canadian Press, 23 de febrero de 2005).

[66] Clarke declara de que él recibió la autorización de Cheney un poco después de las 9:45, cuando empezó la evacuación de la Casa Blanca (Against All Enemies: Inside America's War on Terror [New York: Free Press, 2004], 7-8). Según James Bamford y el programa de ABC News titulado 9/11 (11 de septiembre de 2002), el coronel Marr, tras recibir la orden de derribo de Cheney “envió instrucciones a los controladores del tráfico aéreo y a los pilotos de caza para destruir el avión de la United jetliner” (Bamford, A Pretext for War [New York: Doubleday, 2004], 65-66).

[67] Véase Griffin, The 9/11 Commission Report: Omissions and
Distortions
, 237-40.

[68] No está claro por qué el ejército y la Casa Blanca niegan haber derribado el vuelo 93, en vez de ganar prestigio por haber prevenido un segundo ataque a Washington. Tal vez el hecho de que nieguen completamente haber derribado el vuelo 93 sugiere que se trató de un acto criminal que fue necesario tapar.

[69] Véase Michel Chossudovsky, "More Holes in the Official Story: The
9/11 Cell Phone Calls"
, 10 de agosto de 2004) y A. K. Dewdney, "The
Cellphone and Airfone Calls from Flight UA93"
, Physics 911.
Sin embargo la tecnología para modificar la voz, mediante la cual las llamadas pudieron ser falsificadas, estaba suficientemente desarrollada en ese tiempo, como se explicaba en un artículo de 1999 de William Arkin ("When Seeing and Hearing Isn't Believing", Washington Post, 1 de febrero de 1999). Trato de este asunto detenidamente en Debunking 9/11 Debunking. [El dato de que en esos días no existía todavía la tecnología para hacer llamadas desde un teléfono móvil a bordo de un avión en vuelo es también expuesto en Bruno Cardeñosa, La jugada maestra. Ed. Temas de Hoy, 2005. Nota del OI].

[70] Larry Arnold, "MG Larry Arnold on UAL Flight 93", NavySEALs.com, 8 de junio de 2006.

[71] Zbigniew Brzezinski, The Grand Chessboard: American Primacy and Its Geostrategic Imperatives (New York: Basic Books, 1997), 24-25, 35-36, 212.

[72] El secretario de Estado Colin Powell prometió presentar un informe presentando esta prueba, pero nunca lo hizo. Y aunque los Talibán dijeron que entregarían a Bin Laden si los Estados Unidos presentaban pruebas de su implicación en el 11-S, Bush rechazó la demanda ("White House Warns Taliban: `We Will Defeat You,'" CNN.com, 21 de septiembre de 2001).

[73] Ed Haas, de Muckraker Report, extrañado por el hecho de que la lista del FBI de ataques por los cuales se busca a Bin Laden no incluyera el 11-S, preguntó a Rex Tomb, jefe de Publicidad Investigativa del FBI. Tomb, refirió Haas, dijo: "La razón por la que el 11-S no es mencionado en la página de “se busca” de Usama Bin Laden es porque el FBI no tiene pruebas sólidas que conecten a Bin Laden con el 11-S" ("FBI says, ‘No Hard Evidence Connecting Bin Laden to 9/11’" Muckraker Report, 6 de junio de 2006).

[74] Véase Ahmed Rashid, Taliban: Militant Islam, Oil and Fundamentalism in Central Asia (New Haven: Yale University Press, 2001), caps. 12 y 13, titulados "Romancing the Taliban: The Battle for Pipelines."

[75] Julio Godoy, "U.S. Taliban Policy Influenced by Oil", Inter Press Service, 16 de noviembre de 2001.

[76] Esto según Niaz Naik, el representante pakistaní en el encuentro, según lo refiere George Arney, "U.S. `Planned Attack on Taleban,'" BBC News, 18 de septiembre de 2001. Según una crónica en The Guardian, "Threat of U.S. Strikes Passed to Taliban Weeks Before NY Attack" (22 de septiembre de 2001), uno de los representantes norteamericanos confirmó que esta discusión sobre la acción militar sucedió realmente.

[77] Véase Paul D. Wolfowitz y Zalmay M. Khalilzad, "Saddam Must Go", Weekly Standard, Diciembre de 1997; PNAC, "Letter to President Clinton on Iraq", 26 de enero de 1998; and PNAC, "Letter to Gingrich and Lott", 29 de mayo de 1998. Entre los firmantes de las últimas dos cartas estaban Wolfowitz y Rumsfeld.

[78] The Project for the New American Century, Rebuilding America's Defenses: Strategy, Forces and Resources for a New Century, Septiembre de 2000.

[79] Para Paul O'Neill, que fue secretario del Tesoro y por lo tanto miembro del Consejo de Seguridad Nacional. Véase Ron Susskind, The Price of Loyalty: George W. Bush, the White House, and the Education of Paul O'Neill (New York: Simon & Schuster, 2004), y la entrevista con O'Neill en el programa 60 Minutes de la CBS. Richard Clarke, corroborando a O'Neill, dijo: “La administración de George Bush segundo empezó con Iraq en su agenda” (Against All Enemies, 264). La afirmación de Woodward está en su libro Bush at War (New York: Simon & Schuster, 2002), 83. Yo he discutido la forma en que el 11-S fue metamorfoseado en un pretexto para atacar Iraq en "Imperial Motives for a New Pearl Harbor" (en Christian Faith and the Truth behind 9/11).

[80] Rebuilding America's Defenses, 50-51.

[81] Washington Post, 27 de enero de 2002.

[82] Bob Woodward, Bush at War (New York: Simon & Schuster, 2002), 32.

[83] "Secretary Rumsfeld Interview with the New York Times", 12 de octubre de 2001. Condoleezza Rice hizo una afirmación similar (Chalmers Johnson, The Sorrows of Empire, 229).

[84] The National Security Strategy of the United States of America, Sept. 2002.

[85] Lawrence Kaplan, New Republic 224 (12 de marzo de 2001), texto de portada; citado en Bacevich, American Empire, 223.

[86] Report of Commission to Assess U.S. National Security Space Management and Organization.

[87] Department of Defense News Briefing on Pentagon Attack, 6:42 PM, Sept. 11, 2001.

[88] "False-Flag Operations, 9/11, and the New Rome: A Christian Perspective", en Kevin Barrett, John B. Cobb Jr., and Sandra Lubarsky (eds.), 9/11 and American Empire: Christians, Jews, and Muslims Speak Out (Northampton: Olive Branch, 2007).

[89] Para un análisis de la memoria y del tratamiento por parte de la prensa, véase Mark
Danner, "Why the Memo Matters", New York Review of Books, 14 de julio de 2005.

[90] Digo que las pruebas son abrumadoras refiriéndome a todas las pruebas hoy disponibles, muchas de las cuales aparecen en mis cinco libros sobre el 11-S, no meramente al breve resumen expuesto aquí.

[91] See David Ray Griffin, John B. Cobb, Jr., Richard Falk, and Catherine Keller, The American Empire and the Commonwealth of God (Louisville: Westminster John Knox, 2006).

[92] "9/11 and the American Empire: How Should Religious People Respond?" Originalmente en BookTV (C-Span 2), 30 de abril de 2005; texto publicado en 9/11 CitizensWatch, 7 de mayo de 2005. Una versión revisada: "9/11, the American Empire, and Common Moral Norms", en Griffin and Scott (eds.), 9/11 and American Empire: Intellectuals Speak Out.


[93] Zogby International, "A Word about Our Poll of American Thinking toward the 9/11 Terrorist Attacks", Zogby International, 24 de mayo de 2006. Para una interpretación, véase For an interpretation, see "Zogby Poll Finds Over 70 Million Voting Age Americans Support New 9/11 Investigation", 911Truth.org, 21 de mayo de 2006.

[94] Thomas Hargrove y Guido H. Stempel III, "Anti-Government Anger Spurs 9/11 Conspiracy Belief", NewsPolls.org, Scripps Survey Research Center at Ohio University, 2 de agosto de 2006.


[95] Lev Grossman, "Why the 9/11 Conspiracies Won't Go Away", Time, 3 de septiembre de 2006.

[96] David Dunbar y Brad Reagan (eds.), Debunking 9/11 Myths: Why Conspiracy Theories Can't Stand Up to the Facts: An In-Depth Investigation by Popular Mechanics, Foreword by Senator John McCain (New York: Hearst Books, 2006).
Este libro es una ampliación de un artículo, "9/11: Debunking the Myths", Popular Mechanics, marzo de 2005.

[97] NIST, "Answers to Frequently Asked Questions", 30 de agosto de 2006.

[98] Terry Allen, “The 9/11 Faith Movement”, In These Times, 11 de julio de 2006; Alexander Cockburn, "The 9/11 Conspiracy Nuts", The Nation, 25 de septiembre de 2006.

[99] Salim Muwakkil, "What's the 411 on 9/11?" In These Times, 21 de diciembre de 2005.


[100] Sharon Seitz, "The Little Fireboat That Did", Time Out New York, nº 313: 27 de septiembre- 4 de octubre de 2001, y Huntley Gill, "Retired Fireboat Harvey Helps With World Trade Center Disaster", NYFD.com.

[101] Griffin, The New Pearl Harbor, 145.

[102] Alexander Cockburn, "The 9/11 Conspiracy Nuts", 25 de septiembre de 2006. Es una versión abreviada de "The 9/11 Conspiracy Nuts: How They Let the Guilty Parties of 9/11 Slip Off the Hook". Counterpunch, 9/10 de septiembre de 2006. Cockburn publicó una versión parcialmente revisada como "US: The Conspiracy That Wasn't", en Le Monde Diplomatique, diciembre de 2006, a la que yo he respondido: "The Truly Distracting 9/11 Conspiracy Theory: A Reply to Alexander Cockburn", 9/11 Truth Europe.

[103] "Letter from Bill Christison to Friends", email enviado el 14 de agosto de 2006.

[104] Bill Christison, "Stop Belittling the Theories About September 11", de Dissidentvoice.org, 14 de agosto de 2006.


Fuente: Tikkun, Jewish Magazine

Traducción Observatorio de la Islamofobia