¿Qué aspecto debemos tener los musulmanes?


por Mona Eltahawy


¿Qué aspecto debemos tener los musulmanes? ¿Qué aspecto debe tener un hogar musulmán? Estas cuestiones me surgieron tras tomar parte en un coloquio en Nueva York titulado Musulmanes americanos. Se pretendía que sirviera de ilustración sobre la diversidad de voces y experiencias de los musulmanes y las musulmanas en los Estados Unidos. Mis contertulios y yo pensamos que hicimos un buen trabajo. Fueron Asra Nomani, periodista nacida en India y autora de Standing alone in Mecca: An American woman’s struggle for the soul of Islam y Altaf Hussain, también nacido en India, trabajador social y miembro del comité ejecutivo de la Alianza Musulmana de Norteamérica. Yo he nacido en Egipto y llevo viviendo en Estados Unidos casi siete años.

El moderador del coloquio fue Paul Barreto, periodista y editor de The Wall Street Journal durante 18 años, y actualmente director del equipo de investigación de Business Week. Es el autor del recientemente publicado American Islam: The struggle for the soul of a religion.

Nomani, Hussain y yo ofrecimos puntos de vista diferentes sobre un cierto número de temas que seguramente reflejan el activo debate que existe entre los musulmanes y las musulmanas, pero a pesar de nuestros esfuerzos, no todos quedaron en apariencia convencidos. Se pudo oír a dos mujeres del público decir después: “¿Tratan de convencernos de que son la mayoría? No son la mayoría”. Esto, añadido a una cuestión planteada durante la parte de ruegos y preguntas sobre “qué aspecto tiene un hogar musulmán” (léase: no puede ser que se parezca a un hogar tal y como yo lo entiendo), me hizo preguntarme con quién nos comparaban a mis contertulios y a mí.

Estoy bastante segura de que era con el Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido. O con la Mujer Musulmana Tapada de Negro. El primer indicio que tuve de que “los musulmanes y las musulmanas como yo” estábamos perdiendo la imagen fue la primera vez que aparecí en la televisión USA. Recibí un correo electrónico unas horas después preguntándome si yo “estaba segura” de que era “una musulmana”. Cuando intervengo en coloquios o doy conferencias sobre el Islam, una pregunta que casi puedo garantizar que me hacen es “¿hasta qué punto es usted representativa?”.

En todas estas cuestiones está implícito el punto de vista predominante de que hay una sola forma de ser musulmán o musulmana. Este tipo de musulmán o de musulmana es la base permanente de los noticieros de televisión en todo el mundo. El Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido es fácilmente reconocible. Normalmente está gritando “Allahu Akbar” y quemando alguna cosa –una imagen del presidente USA George W. Bush, o una bandera americana, o una bandera israelí, o preferiblemente las tres cosas a la vez.

Hasta su detención y condena hace un par de años, Abu Hamza el-Masri, el imam egipcio afincado en Londres, fue el estereotipo del Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido. Con un garfio por mano y con sólo un ojo (perdió el otro luchando contra las tropas soviéticas en Afganistán), Masri –o el Capitán Garfio, como le llamaban los diarios– era el niño bonito de los medios de comunicación británicos. Siempre se le podía suponer lanzando discursos incendiaros y, como extra añadido, su mero aspecto podía infundir miedo.

Sus complementos internacionales eran los Musulmanes Barbudos Enfurecidos siempre dispuestos a vengar cualquier perceptible desaire a la sensibilidad musulmana. El año pasado, los Musulmanes Barbudos Enfurecidos llenaron las pantallas de televisión, quemando banderas danesas y jurando matar daneses. Hace justo un año vimos las campañas montadas contra Dinamarca sobre el asunto de las historietas publicadas en el diario danés Jyllands-Posten. Digo montadas porque esas historietas fueron publicadas a finales de septiembre de 2005, pero no fue sino hasta enero de 2006 que el Musulmán Barbudo Enfurecido fue movilizado por una serie de dictadores y “clérigos” en nombre de la Umma.

Si creemos las noticias que se nos dan, Pakistán debe albergar la mayoría de Musulmanes Barbudos Enfurecidos. Parece que siempre hay allí una compañía de Musulmanes Barbudos Enfurecidos lista para invadir las calles en toda su plenitud de rabia y odio.

La contrapartida femenina del Musulmán Barbudo Enfurecido es la Mujer Musulmana Tapada de Negro. Ella o bien camina silenciosa detrás del Musulmán Barbudo Enfurecido o es el tema de incontables libros, artículos de revistas y documentales sobre el “drama” de las mujeres musulmanas. Sin dudar de que en ocasiones se cometan abusos a los derechos de las mujeres justificándolos en nombre del Islam, es enormemente desalentador sentir que una siempre está en el lado perdedor de la batalla por la autenticidad. Parece a veces como si yo no fuera suficientemente musulmana simplemente porque no parezco en la necesidad de ser “rescatada” de un malvado y abusador padre, hermano o marido.

Como periodista, aborrezco echar la culpa a los medios de cada cosa negativa que se percibe. Pero en el asunto del Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido y la Mujer Musulmana Tapada de Negro, los medios de comunicación tienen realmente una gran responsabilidad, pues podemos estar seguros de que cuando llega el momento de representar a los musulmanes siempre aparecerán el Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido y la Mujer Musulmana Tapada de Negro. Y es bastante sencillo ver por qué.

El Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido y la Mujer Musulmana Tapada de Negro contribuyen a una televisión más amena. En diez segundos ambos satisfacen todo lo que tú necesitabas saber sobre los musulmanes y las musulmanas –hombres iracundos y mujeres serviles. Los musulmanes o las musulmanas “como yo”, en cambio, necesitamos demasiado tiempo para expresar nuestros puntos de vista, que a menudo incluyen cosas complejas como críticas a todos los fundamentalismos y a la política exterior USA. Somos demasiado complicados para las noticias de la tarde. Siempre perderemos ante el Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido y la Mujer Musulmana Tapada de Negro.

Y si dudas de mis palabras, aquí van apenas dos ejemplos de cómo a los “musulmanes como yo” siempre se nos aparta a un lado.

Poco después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, un equipo del programa de la televisión norteamericana 60 Minutos se situó a la salida de una mezquita en el barrio de Tribeca en Manhattan, esperando que los asistentes salieran del salat del viernes.

Cuando los participantes salían por las puertas de la mezquita, el equipo se acercó a una mujer que conozco y le dijeron que les gustaría entrevistar a una mujer musulmana. Ella les respondió que ella era una musulmana y que con mucho gusto hablaría con ellos. Gracias, pero no, le dijeron. Querían a una mujer musulmana que llevara pañuelo en la cabeza. La mujer no era la Mujer Musulmana Tapada de Negro y su opinión por lo tanto no era de interés.

Para un equivalente masculino de este caso podemos trasladarnos al barrio londinense de Whitechapel y a las escaleras del Royal London Hospital, donde un abogado musulmán que conozco, vestido con un traje, esperaba a un amigo médico, vestido con una chaqueta blanca. Ambos hombres acababan de salir del salat del viernes en una mezquita cercana. Un equipo de televisión estaba esperando para hablar con hombres musulmanes que hubieran salido del salat. Vieron al abogado y al médico, pero los ignoraron a favor de un hombre anciano con barba que estaba vestido con una salwar kamees, la ropa tradicional de los sudasiáticos. Aquellos hombres no eran Hombres Musulmanes Barbudos Enfurecidos y por lo tanto no parecían ser auténticos musulmanes. O del tipo televisivo, en todo caso.

Lo que me trae de vuelta a esos comentarios oídos tras el coloquio en Nueva York que asumían que mis contertulios y yo no éramos “la mayoría”. ¿A quién sino a un musulmán se le puede preguntar estos días algo como hasta qué punto es “representativo” de una comunidad de mil quinientos millones de personas? La idea de que un musulmán o una musulmana deberían representar a todos los otros no sólo es ridícula en su reduccionismo, sino peligrosa en su deseo de ignorar la vida real de los musulmanes y las musulmanas, a favor del Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido y la Mujer Musulmana Tapada de Negro. Mi solución a todo esto es promover la confusión.

La próxima vez que me pregunten hasta qué punto yo soy representativa, les voy a preguntar a mi vez: “¿Qué tipo de musulmán quiere usted?”, y voy a celebrar en silencio no ser obviamente lo que ellos tienen en mente. El Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido y la Mujer Musulmana Tapada de Negro son estereotipos recurrentes que debmos desmantelar diariamente confundiendo a la gente con nuestra diversidad. Debemos aprender a celebrar la inherente estupidez de comentarios del tipo “Está usted seguro de que es un musulmán” porque lo que contienen en el fondo es “Usted me está confundiendo, usted no es el tipo de musulmán que estoy acostumbrado a imaginar”.

Es pues confundiendo a la gente como tendremos derecho a ser seres humanos; no el Hombre Musulmán Barbudo Enfurecido o la Mujer Musulmana Tapada de Negro, sino seres humanos.


Fuente: Muslim WakeUp, febrero de 2007.
Traducción Observatorio de la Islamofobia