Todos usamos el velo



por Félix Etxeberría



El velo como excusa para ocultar los problemas. Tanto en la escuela, como fuera de ella, surge periódicamente el debate en torno al uso del velo, la prohibición de llevarlo, los peligros de esa costumbre, el conflicto entre la familia y la escuela, entre las instituciones y el derecho y la libertad de las personas. Pero da la impresión de que muchas veces el tema del velo no es más que una tapadera, una excusa para tratar de un aspecto del problema que oculta otros mucho más importantes. El tema del velo esconde otros debates mucho más importantes, como la falta de integración de los inmigrantes en las escuelas, el mayor fracaso escolar, las dificultades para euskaldunizar a esos alumnos, la ausencia de inmigrantes en los altos niveles de la educación, las concentraciones de inmigrantes en centros pobres, el poco caso se hace a su lengua y cultura de origen, sin olvidar otros problemas de las familias inmigrantes, como la vivienda, el empleo o la regularización de sus papeles. Hablemos del velo y nos olvidaremos de lo demás.

Relativizar el velo. El velo que escandaliza a algunas personas es una costumbre que debe ser contemplada con cierto relativismo y con una mayor dosis de tranquilidad.

Para empezar, el problema que estamos analizando no es el del velo sino el del pañuelo (Hiyab). Nuestro desconocimiento de la cultura de los inmigrantes nos hace caer en el error de confundirlo todo. Una cosa es el pañuelo que cubre la cabeza y otra es el niqab (un manto negro con rendijas en los ojos) o el burka.

En segundo lugar, en la escuela, como ya hemos visto, existen problemas muchísimo mayores que el pañuelo. Empecemos por la concentración de los alumnos inmigrantes en el modelo A, en el cual no podrán aprender nunca el euskara; o la mayor concentración en centros públicos y privados con pocos recursos; o en el mayor fracaso escolar y su menor presencia en los niveles superiores de la educación, o en el poco caso que se hace a su lengua y cultura de origen. ¿Por qué hablamos del velo y no de estos problemas que son mucho más profundos?

No estaría de más recordar que nuestras abuelas utilizaban, hasta hace cuatro días, pañuelos y mantillas. Que en los años 60 estaba de moda ponerse pañuelos, cintas y diademas y que doña Rogelia lo sigue utilizando todavía.

Por otra parte, ¿quién se puede escandalizar por el velo, cuando nuestras jóvenes utilizan pañuelos, diademas, cintas, gorras y camisetas con símbolos de todo tipo? ¿Cómo podemos decir que hay que prohibir los símbolos religiosos en unas escuelas en las que se vive rodeado de cruces, belenes, vírgenes, celebraciones de Navidad, Semana Santa, de Santo Tomás, Santa Agueda?

Finalmente, ¿qué problema provoca el uso del pañuelo en la escuela? Ninguno. No pasa nada por llevar pañuelo o por no llevarlo. En Londres o en Berlín, las jóvenes llevan el pañuelo en clase, en mucha mayor proporción que aquí y no pasa nada. El único problema existente es que quienes piensan que la religión católica es la única verdadera o quienes rechazan a los inmigrantes y sus culturas se niegan a admitir la presencia de los extranjeros con sus ropas y sus costumbres. Los casos que estamos conociendo estos días, en Ceuta y Girona, con expulsiones por parte del centro, han recibido el rechazo por parte de la Administración educativa. El propio Ministerio ha tenido que obligar a los centros a admitir a las alumnas. Y no pasa nada.

El pañuelo como seña de identidad. Hay que tener en cuenta que el pañuelo es un rasgo cultural, una seña de identidad, de una comunidad que tiene una tradición y unas costumbres determinadas. También entre nosotros se utilizan pañuelos en las fiestas, por ejemplo las caseritas; nuestros niños y niñas se visten de traje para las comuniones y otras celebraciones; nuestros niños y jóvenes se visten con la camiseta de la Real, la foto del Che, la imagen de Jesús, o la planta del cánnabis o un sinfín de motivos que lucen orgullosos en su pecho y espalda. ¿Por qué nos tiene que molestar?

El pañuelo como discriminación. Dicho lo anterior, no podemos pasar por alto que el pañuelo puede ser una seña de discriminación, de imposición familiar en contra de la libertad de las niñas. No siempre es así, porque también hay quienes lo llevan voluntariamente, como una costumbre cultural, con total naturalidad.

En todo caso, si en la escuela se detecta un problema de falta de libertad, de imposición, este problema abriría el debate sobre la libertad y los derechos de los niños y las niñas, pero el conflicto no se resuelve con la prohibición, sino con el diálogo. Esto exige trabajo en la escuela, debate y cooperación padres – escuela sobre derechos humanos, libertad, etcétera.

Todo ello significa una labor lenta, serena, un proyecto de integración conjunto y una voluntad de convivencia con los inmigrantes.

Pero este asunto no es nada nuevo, porque probablemente también habría que hacerlo con las familias autóctonas respecto a temas como la comunión, Navidades, Semana Santa. ¿La manera de vestir de nuestros niños y niñas, las ideas religiosas que les transmitimos, las fiestas y costumbres son totalmente libres o hay cierto grado de imposición? ¿Nuestros niños hacen la comunión totalmente libres, sin ninguna presión? ¿Son estas fiestas auténtica muestra de fe o están dominadas por el consumismo?

¿Estamos dispuestos a debatir de todo, de nosotros también, o solamente sobre el velo de ellas? Si no es así, probablemente estaremos usando el velo para ocultar los verdaderos problemas con los inmigrantes, nuestros miedos y nuestro rechazo.


Fuente: Diario Vasco, 12 de noviembre de 2007