¿Se ha convertido Suiza en el corazón de las tinieblas de Europa?

por Paul Vallely
The Independent

Suiza es conocida como un remanso de paz y neutralidad. Pero hoy es la sede de un nuevo extremismo que ha alarmado a las Naciones Unidas. Propuestas de nuevas leyes dacronianas contra los inmigrantes en el país han sido condenadas como injustas y racistas. Un cartel electoral de su partido político más votado es denunciado como xenófobo.


Al primer vistazo, el cartel parece un inocente tebeo infantil. Tres ovejas blancas están junto a una oveja negra. Pero después te das cuenta de que los tres animales blancos están sobre la bandera suiza. Una de las ovejas blancas está echando a la negra fuera de la bandera de una coz.

El cartel es, según las Naciones Unidas, el símbolo siniestro del ascenso de un nuevo racismo y una nueva xenofobia en el corazón de una de las democracias independientes más antiguas del mundo.

Un nuevo y peligroso extremismo está en ascenso. Porque el cartel -que lleva el eslogan "Construir seguridad"- no es el producto de un grupo neo-nazi marginal. Ha sido elaborado -y colocado en vallas, reproducido en periódicos y enviado por correo a cada hogar- por el Partido Popular Suizo (Schweizerische Volkspartei), que tiene el mayor número de escaños en el parlamento suizo y es miembro del gobierno de coalición del país.

Este partido ha lanzado una doble campaña que ha provocado que el informador especial de las Naciones Unidas sobre el racismo demande una explicación oficial del gobierno. El Partido Popular ha puesto en marcha una campaña para alcanzar las 100.000 firmas necesarias para convocar un referéndum para reintroducir en el código penal una medida que permita a los jueces deportar a los extranjeros que cometan delitos graves una vez hayan cumplido sus penas de prisión.

Pero todavía más grave, este partido ha anunciado su intención de llevar al parlamento una ley que haga que la totalidad de la familia de un delincuente menor de 18 años sea deportada tan pronto como se cumpla la sentencia.

Será la primera ley de este tipo en Europa desde la práctica nazi de la "Sippenhaft" -persecución familiar- en la que los parientes de los criminales eran considerados responsables de sus delitos y castigados igualmente.

La propuesta va a ser un test no sólo para Suiza sino para toda Europa, donde se ha abierto en los discursos políticos de muchos países una división entre el multiculturalismo liberal y el aislacionismo conservador.

Como los trenes suizos, que son el modelo de la puntualidad, la hora de la cita era muy precisa. Me iba a encontrar con el Dr. Ulrich Schor -uno de los hombres que impulsan esta draconiana propuesta- en el restaurante de la estación principal de Zurich a las 7,10 p.m. Mientras recorría la estación me pregunté qué haría el Dr. Schor en esta estación de hiper-eficiencia y limpieza donde una chica somalí vendía sandwiches de arenques en escabeche, un hombre norteafricano barría el suelo y una niñera negra hablaba en un tosco inglés al niño suizo a su cargo. La actitud del Partido Popular Suizo respecto a los extranjeros podríamos decir que es ambivalente.

Un cuarto de los trabajadores de Suiza -uno de cada cuatro, como la oveja negra del cartel- son inmigrantes extranjeros, que llegaron en su día a esta estable y próspera economía con bajo desempleo y una renta per cápita mayor que el resto de las economías occidentales. Zurich ha sido nombrada en los dos últimos años la ciudad con la mejor calidad de vida del mundo.

Le pregunté a la niñera qué pensaba sobre el cartel de la oveja. "Soy extranjera en este país", contestó. "Mejor no digo nada".

El Dr. Schor es un hombres pequeño y afable. Pero su habla suave no esconde su brutalidad. Las estadísticas son claras, me dice, los extranjeros parecen cometer cuatro veces más delitos que los nacionales suizos. "En un suburbio de Zurich un grupo de jóvenes de entre 14 y 18 años violó recientemente a una muchacha de 13 años", dice. "Parece que todos ellos ya estaban bajo investigación por algunas agresiones previas. Todos ellos eran extranjeros, de los Balcanes o de Turquía. Sus padres dijeron que esos chicos estaban fuera de control. Nosotros decimos: 'Esto no es aceptable. Es vuestro trabajo controlarlos y si no podéis, entonces tenéis que marcharos'. Es un castigo que todo el mundo comprende."

Esta no es ni mucho menos la única idea polémica del partido. El Dr. Schor ha lanzado una campaña para un referéndum que prohiba la construcción de minaretes musulmanes. En 2004 el partido hizo una exitosa campaña en favor de leyes inmigratorias más duras usando la imagen de unas manos oscuras metiéndose en una caja llena de pasaportes suizos. Y su líder, el ministro de Justicia Christoph Blocher, ha dicho que quiere suavizar las leyes contra el racismo, porque atentan contra la libertad de expresión.

Sus oponentes políticos dicen que son poses para la galería ante las elecciones generales. Aunque la deportación ha sido suprimida del código penal, todavía está vigente en el derecho administrativo, dice Daniel Jositsch, profesor de derecho penal en la Universidad de Zurich. "Al final no ha cambiado nada, el condenado sigue acabando en el aeropuerto y en el avión".

El plan del Partido Popular para deportar familias enteras ha sido llevado ante el parlamento, donde tiene pocas expectativas de aprobarse. De todas formas la rentabilidad mediática es la misma. Y los activistas pro derechos humanos están preocupados de que el informador especial sobre racismo de la ONU, Doudou Di, ya advirtiera a comienzos de este año de que una "dinámica racista y xenófoba" que solía estar en los límites de la extrema derecha se estuviera convirtiendo en una parte normal del sistema democrático de Suiza.
El Dr. Schor se encoge de hombros. "Ése es de Senegal, donde tienen un montón de problemas ellos mismos que deben resolver. No sé por qué tiene que venir aquí en vez de apechugar con ellos".

Tales comentarios confirman totalmente las opiniones de sus detractores. Mario Fehr es diputado socialdemócrata por el distrito de Zurich. Declara: "Deportar a gente que no ha cometido delito no es sólo injusto e inhumano, es estúpido. Tres cuartas partes del pueblo suizo piensan que los extranjeros que trabajan aquí están beneficiando a la economía. Hay un buen número de trabajadores cualificados, informáticos, médicos, dentistas". Expulsar a los extranjeros, que es lo que los oponentes sospechan que pretende realmente el Partido Popular Suizo, "sería un desastre económico".

El Dr. Schor insiste que el Partido Popular Suizo no está contra todos los extranjeros. "Hasta que estalló la guerra en los Balcanes, teníamos algunos buenos trabajadores que habían venido de Yugoslavia. Pero tras la lucha hubo un enorme aluvión de gente con la que hemos tenido un montón de problemas."

Y no disimula sus recelos contra el Islam. Ha preocupado a muchos de los musulmanes de Suiza (un 4,3 % de la población de 7.500.000 de habitantes) con su campaña para prohibir los minaretes. "No estamos contra las mezquitas, pero los minaretes no son mencionados en el Corán ni en otros textos islámicos importantes. Sólo simbolizan los lugares donde se ha impuesto la ley islámica". Y la "ley islámica", dice, es incompatible con el sistema legal suizo.

A día de hoy hay sólo dos mezquitas con minaretes en el país, pero las autoridades están rechazando solicitudes para otras nuevas, después de que las encuestas mostraran que casi la mitad de la población está a favor de la prohibición.

Schor está muy orgulloso de la independencia de su país, que se remonta a una alianza defensiva de los cantones en 1291. Es un ferviente defensor de su política de neutralidad armada, bajo la cual todos los jóvenes varones son entrenados militarmente y están preparados para lo que ellos llaman la respuesta puercoespín -con millones de individuos listos para erguirse como pinchos si la nación es amenazada.

"En Suiza el funcionamiento de la democracia directa es un asunto muy sensible para la gente", dice, explicando por qué se ha opuesto desde siempre a entrar en la Unión Europea. "Para el alemán medio el transferir el poder de Berlín a Bruselas no afecta realmente a su vida cotidiana. Transferir el poder desde la comuna a Bruselas cambiaría seriamente las cosas para el ciudadano suizo normal."

Suiza tiene las reglas de obtención de la nacionalidad más duras de Europa. Para poder pedirla, tienes que vivir legalmente en el país por al menos 12 años, pagar impuestos y no tener expediente de delitos. La petición puede ser de todas maneras rechazada por tu comuna local, que te citará para preguntarte "¿Puedes hablar alemán? ¿Tienes trabajo? ¿Estás integrado con el pueblo suizo?".

También puede preguntarte, como hizo una comuna a Fatma Karademir -de 23 años, nacida en Suiza pero por las leyes suizas turca como sus padres- si conocía la letra del himno nacional suizo, si podía imaginarse casándose con un muchacho suizo, y a quién apoyaría si la selección suiza de fútbol jugara un partido contra Turquía. "Este tipo de preguntas están fuera de la ley", dice Mario Fehr. "Y en algunos pueblos tienes problemas si eres de la ex-Yugoslavia".

El gobierno federal en Berna quiere quitar las decisiones a las comunidades locales, una de las cuales dio el voto a las mujeres en fecha tan tardía como 1990. Pero las propuestas del gobierno han sido derrotadas por dos veces en referéndum.

El gran asunto del que no se habla es cómo definir a un ciudadano. "Cuando una mujer suiza que se ha ido a vivir a Canadá tiene un hijo, este niño automáticamente obtiene la nacionalidad", dice el Dr. Schor. Pero ¿por qué un chico nacido en Canadá, que puede haber sido educado en una forma de ver el mundo y en un conjunto de valores totalmente diferentes, es más suizo que Fatma Karademir, que nunca ha vivido fuera de Suiza?

La verdad es que el corazón de la visión del Partido Popular Suizo es una noción visceral de parentesco, genes y sangre que podría considerarse opuesta completamente a la mentalidad de la mayor parte del mundo occidental. Esto es lo que subyace al miedo del Partido Popular Suizo respecto al Islam, incluso "moderado". Ha advertido que a causa de sus altas tasas de nacimientos, los musulmanes pueden un día llegar a ser una mayoría en Suiza si las leyes de nacionalidad se relajasen. Esto es lo que está detras de su fiero apoyo al sistema de milicias.

A los que dicen que Alemania, Francia, Italia y Austria no parecen que hoy vayan a invadirles, él invoca las sombras del Islam militante. "El carácter de la guerra está cambiando. Puede haber motines o erupciones en un barrio cualquiera de Suiza. Puede haber terrorismo en un centro financiero".

"Soy enormemente optimista de que el curso de los acontecimientos se mueve en nuestra dirección, tanto aquí como en otros países de Europa", dice el Dr. Schor. "Me siento más apoyado que criticado desde fuera".

El drama que está siendo representado en Suiza, en un lenguaje directo tan políticamente incorrecto, está teniendo ya sus repercusiones a través de toda Europa.


Neutralidad y nacionalidad

Suiza tiene cuatro lenguas nacionales -alemán, italiano, francés y romanche. La mayoría de los residentes suizos hablan alemán como su primera lengua.

La población suiza ha crecido de 1.700.000 personas en 1815 a 7.500.000 personas en 2006. La población ha crecido en 750.000 personas desde 1990.

Las leyes de nacionalidad suizas exigen que los candidatos a nacionalizarse suizos tengan un mínimo de años de residencia permanente y legal en Suiza y consigan hablar con fluidez una de las lenguas nacionales.

Más del 20 % de la población suiza, y el 25 % de su fuerza de trabajo, no tienen la nacionalidad.

A finales de 2006, 5.888 personas estaban recluidas en prisiones suizas. El 31 % eran ciudadanos suizos, el 69 % eran extranjeros o demandantes de asilo.

El número de trabajadores migrantes no autorizados actualmente empleados es estimado en 100.000.

Fuente: The Independent, 27 de octubre de 2007
Traducción Observatorio de la Islamofobia


Sobre las campañas de la extrema derecha para la prohibición de minaretes en Europa véase también La extrema derecha austríaca quiere prohibir las mezquitas.


La nueva ocurrencia racista del Partido Popular de Suiza

José María Garrido
El Plural


El videojuego se llama “Zottel salva a Suiza” y es la nueva ocurrencia que el Partido Popular de Suiza ha tenido para cargar contra los inmigrantes que habitan en uno de los países con una de las mayores tasas de inmigración de Europa, pero también con mayor bienestar social.

El objetivo del juego consiste en conseguir que la cabra Zottel, la mascota del partido, evite la entrada en la Confederación Helvética de ovejas negras, solas, en manadas, o en autobuses.