Planes de atentados en Alemania: ¿amenaza real o imaginaria?

El cuento de «Fritz el terrorista», una historia para no dormir


por Jürgen Elsässer


El 5 de septiembre de 2007 las autoridades de Berlín han anunciado la detención de tres islamistas, dos alemanes y un turco, acusados de preparar un gran atentado contra los intereses de EEUU en la República Federal. Esta noticia ha generado una histeria en los medios de comunicación y la generalización de la sospecha: buenos alemanes, tal vez vecinos, se pueden transformar en peligrosos terroristas. Sin embargo, observa Jürgen Elsässer, los elementos que se han dado a conocer de este caso permiten sacar la conclusión que los sospechosos no representaban ningún peligro real y que sus comportamientos no eran más que un grosero montaje destinado a ser detectado e interrumpido.

Justo en el momento del aniversario del 11 de septiembre, terroristas islámicos querían realizar un «atroz atentado» con «un número muy elevado de muertos» (Spiegel Online) que «habría traído a Alemania una dimensión del terror aún desconocida» (Frankfurter Allgemeine Zeitung [FAZ]) y que pudo ser evitado «en el último instante» (Lausitzer Rundschau) gracias a la resuelta actuación de las fuerzas de seguridad.

Similares profecías tuvieron ya lugar hace un año en torno a la supuesta maleta-bomba descubierta en la estación central de Colonia. Sin embargo, desde entonces, la situación se ha agravado, tal como lo resume el editorialista del FAZ Berthold Kohler: «Las bombas son cada vez más grandes y los que las colocan aparentemente más profesionales. Esta es una realidad a la que tenemos que enfrentarnos también en nuestro país. Es tan evidente desde la reciente operación policial, que Schäuble [el ministro de Interior alemán] ha podido dejar de añadir su eterna reivindicación de una vigilancia online».

Sin embargo, para desgracia del ministro del Interior y de sus ventrílocuos de Francfort, el atentado ha demostrado lo contrario: los que supuestamente colocan bombas son cada vez menos profesionales y se comportan cada vez más estúpidamente. Fritz G., el supuesto cabecilla del trío, capturado el 11 de septiembre en Oberschledorn, Sauerland, recuerda involuntariamente al personaje principal de la comedia de Woody Allen Toma el dinero y corre.

En el diccionario de internet Wikipedia, este desgraciado personaje es descrito como: «Nacido en un medio pobre, tuvo que enfrentarse desde muy pronto a las dificultades propias de un medio desfavorable. Siempre le rompían las gafas. Después, también le destruiyeron su querido violonchelo. Por eso, decide simplemente coger aquello que desea. Pronto se nota que, aunque Virgil está lleno de energía criminal, fracasa siempre en la realización de sus audaces planes a causa de su torpeza. Después de evadirse varias veces de la cárcel y de haber intentado mejorarse, Virgil es condenado a ochocientos años de prisión, pero él tiene la esperanza de que, por buena conducta, no tendrá que cumplir más que la mitad.»


0'7 toneladas de una sola vez

«Fritz el terrorista y sus peligrosos cómplices» —éste es el titular de Die Welt del 8 de septiembre— dieron en todo momento pruebas de una torpeza similar. Si bien habrían sido supuestamente adiestrados para extender el terror en un campamento del norte de Pakistán, querían fabricar sus bombas precisamente con un producto químico que no es en absoluto apropiado para ello: el peróxido de hidrógeno, que es hasta hoy sobre todo conocido como substancia de base para la fabricación de productos decolorantes para el cabello de las desacreditadas rubias de bote. El Frankfurter Allgemeine Zeitung creó ya la expresión de «bomba de peróxido de hidrógeno», lo que carece completamente de sentido, pero suena extremadamente peligroso por su resonancia con el término «bomba de hidrógeno». El trio habría preparado «veinte veces más materia explosiva que en Madrid» dice, aludiendo a los atentados en la capital española del 11 de marzo de 2004, que provocaron casi 200 muertos.

Lo único que está probado es que el grupo compró doce barriles con un total de 730 kilos de peróxido de hidrógeno y los guardó en una casa cerca de Freudenstadt, en la Selva Negra. Sin embargo esta sustancia no es en sí misma peligrosa. Esto puede cambiar solamente cuando el producto químico reacciona con acetona y otros ácidos; entonces resulta triacetona triperóxido (TATP) o apex. La mezcla en todo caso no sirve para fabricar bombas, porque explota con demasiada facilidad y de forma incontrolada. El mismo Frankfurter Allgemeine Zeitung debe reconocer que «El apex es muy sensible, especialmente a golpes, a fricciones y al calor. Si el explosivo está guardado en un recipiente que tenga un cierre de rosca, ya la fricción al abrirlo puede provocar una explosión. Lo importante es que la mezcla sea enfriada lo suficiente durante la elaboración, porque, de lo contrario, explota». ¿Cómo los autores iban a poder sacar las bombas de apex del garaje de su casa de vacaciones, y todavía más, transportarlas hasta su supuesto destino en alguna dependencia norteamericana, sin que les explotaran en la cara?

Por otro lado, el apex no tiene nada que ver con los atentados con bombas de Madrid –es sabido que allí se utilizó dinamita de las minas asturianas. En los ataques en el transporte urbano de Londres el 7 de julio de 2005, los medios de comunicación también mencionaron repetidamente el explosivo TATP, pero los informes oficiales de la Cámara de los Comunes británica y de los servicios de información guardan silencio sobre este punto.

Si bien hasta ahora nigún atentado en las metrópolis occidentales se ha realizado por medio del peróxido de hidrógeno, esta sustancia aparece siempre en las historias de cazadores de terroristas: como se trata de un producto químico usual en el comercio, se puede atizar fácilmente el temor hacia el «terrorista de la casa de al lado», que puede comprar en una droguería todo lo que necesita para cometer una masacre.

A pesar del efecto del peróxido de hidrógeno, inofensivo en el mejor de los casos e incluso contraproducente en caso de mezcla, Fritz el terrorista y sus compinches se abastecieron sucesivamente con más de 0,7 toneladas del producto químico en un mayorista de Hannover, y lo llevaron en diversos transportes a lo largo de toda la república hasta su escondrijo en la Selva Negra. Como si quisieran poner a los investigadores sobre la buena pista…


Fritz hace lo que quiere

Por lo demás, Fritz G., el supuesto cabecilla del trío, no olvidó nada para lograr atraer la atención sobre él y su plan. A pesar de que en el año 2005 se hicieron pesquisas sobre él por asociación criminal y por instigación pública, y que fue detenido por corto tiempo, nunca pasó a la clandestinidad, ni cambió su aspecto, ni se procuró una nueva identidad.

A más tardar a comienzos de 2007 tendría que haberse dado cuenta de que el Servicio de la Protección del Estado estaba de nuevo tras él: su apartamento en Ulm fue registrado. El Frankfurter Allgemeine Zeitung consta con asombro que «Fritz G. y sus supuestos cómplices no se dejaron intimidar por el registro de su vivienda, sino que al contrario empezaron inmediatamente después a proveerse de barriles y barriles de sustancias explosivas, a alquilar casas y garajes, a procurarse detonadores militares, e incluso a insultar a los investigadores por email (interceptados). Todo esto arroja serias dudas.»

A principios de mayo apareció un reportaje alarmante en la revista Focus. En él se describía a este grupo de manera bastante detallada, se informaba de sus relaciones en Pakistán y Uzbekistán y también del hecho de que los hombres ya habrían filmado videos de despedida al modo de los autores de atentados suicidas. Para los servicios de seguridad, este reportaje de Focus fue una pequeña catástrofe. Esperaban que el grupo pasara inmediatamente a la clandestinidad…

Pero nuevamente ocurrió lo contrario: Fritz y Cía. continuaron operando con toda tranquilidad. Finalmente, el trío eligió para fabricar sus bombas precisamente el idílico pueblecito de Oberschledorn en Sauerland. Sobre este lugar el Frankfurter Allgemeine Zeitung escribe que «en el pueblo, donde viven unas 900 personas, todo el mundo se conoce, así como a los veraneantes». En este ámbito, en medio de veraneantes y excursionistas, estos hombres oscuros, algunos con pelo largo y barba, otros con la cabeza rapada, deberían haber llamado tanto la atención como los Golfos Apandadores en una fiesta de cumpleaños en casa del pato Donald. ¿Por qué no alquilaron un apartamento en un edificio anónimo, con garaje subterráneo y acceso a la autopista, como hacían en su día los miembros de la RAF (Fracción del Ejército Rojo)?

Muy reveladora es también la historia que precedió inmediatamente a la actuación policial del 4 de sepriembre: el 3 de septiembre los tres circulaban en coche en pleno día con las luces largas encendidas, y por esto fue por lo que fueron detenidos durante un control rutinario de carreteras. Si bien uno de los policías, durante el control, tuvo el descuido de decirle a un colega en voz alta que los que iban en el coche estaban en «una lista de la BKA (Oficina Federal de la Policía Criminal)», pudieron seguir viaje.

El ejemplo más claro del comportamiento de los supuestos perseguidores y perseguidos fue revelado finalmente por Spiegel Online, por desgracia sin indicar el momento exacto de lo ocurrido: Cierto día los tres se habrían sentido enfadados con los policías que les pisaban los talones y «uno de los islamistas […] se bajó del coche en un semáforo en rojo, y pinchó los neumáticos del coche de los servicios de información interior que les perseguía».

Todavía quedan muchos puntos por esclarecer de la historia de Fritz el terrorista y de sus dos cómplices. Pero una cosa es segura: de la manera que actuaron, no habrían podido jamás cometer un atentado de grandes dimensiones.

Hay tres teorías para explicar el enigma. O bien la banda era demasiado idiota para dirigir su energía hacia el objetivo propuesto –como se muestra en la película de Woody Allen. O bien –según supone Peter Carstens, periodista del FAZ– querían, haciéndose notar tanto en sus movimientos, distraer la atención de los servicios de seguridad respecto a otras células terroristas que mientras tanto podían llevar adelante sin molestias sus propias actividades. O bien los tres se sentían seguros de no poder ser detenidos, porque realizaban un trabajo en colaboración con los de adentro y creían disfrutar de una protección de alto nivel.

Considerando el estado actual de las informaciones, no debería dejarse de lado ninguna de estas posibilidades. Tal vez las tres sean verdaderas: tres tipos particularmente trastornados han sido reclutados por un grupo de los servicios de seguridad para tener en vilo al resto de los servicios de seguridad y así desviar su atención de verdaderos terroristas peligrosos. De una manera perversa, la declaración de Wolfgang Schäuble de que no puede darse por terminada la alerta, sería entonces correcta.


Fuente: Red Voltaire, 25 de septiembre de 2007


"Terrorismo islamista": la prueba falsa de la prensa alemana


La prensa alemana publica una nota garabateada en árabe y tachada, descubierta junto a una de las dos bombas encontradas en julio en un tren alemán. La prensa subraya que, según la policía, la bomba estaba destinada a matar cientos de personas. No hace falta decir que ese simple pedazo de papel fue la prueba suficiente para llegar a la conclusión de que el proyecto de atentado era cosa «de los musulmanes».

Pero lo cierto es que, al igual que sus colegas occidentales, los periodistas alemanes tienen ante los ojos la venda que les imponen sus propios prejuicios. Así que no pensaron que era necesario buscar a alguien que les tradujera la nota. De haberlo hecho, habrían descubierto que no se trataba de una reivindicación política depositada intencionalmente, sino de una lista de la compra (aceitunas, queso blanco…) abandonada por un viajero después de haber tachado los productos adquiridos.


Fuente: Red Voltaire, 24 de septiembre de 2007