Para una necesaria transformación de los debates mediáticos

por Cédric Housez


Las tribunas de grandes expertos publicadas en las páginas de opinión de los medios de comunicación dominantes no reflejan una diversidad de pensamiento, sino que por el contrario encierran el debate en el interior de problemáticas únicas. Para Cédric Housez, que ha dirigido durante cuatro años la sección
Tribunas y Análisis de la Red Voltaire, ninguna oposición es posible sin poner antes en cuestión las representaciones del 11 de septiembre y los dogmas de la “guerra contra el terrorismo”.

La situación internacional actual necesita repensar el funcionamiento de los medios de comunicación a fin de desarrollar un verdadero pluralismo, condición necesaria para la reorientación de las políticas en vigor desde el 11 de septiembre de 2001.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 han abierto el camino de una transformación de las políticas de los Estados Unidos y de sus aliados. Esta transformación ha sido aceptada por la población en razón del shock experimentado por los atentados. Pero este único acontecimiento no habría sido suficiente. Hemos asistido desde el 11 de septiembre a una transformación de la cultura política dominante y al nacimiento de una ideología de la “guerra contra el terrorismo”.

La cultura política está formada por un conjunto de conocimientos y de creencias que permiten a los individuos dar sentido a sus relaciones con el poder que los gobierna y con los grupos que les sirven de referencias identitarias. Las ideologías son sistemas de representaciones, en el sentido en que se apoyan en un mínimo de lógica interna y de construcción racionalizante. Las ideologías no son pura y simplemente yuxtaposiciones de estereotipos; se elaboran sobre la base de un trabajo de explicación teórica y doctrinal.

Desde el 11 de septiembre de 2001 se está asistiendo a un trabajo ideológico que emana directamente de los dirigentes políticos, de los expertos mediáticos y de los periodistas y que consigue hacer aceptar a la población las decisiones de los dirigentes occidentales en la “guerra al terrorismo” como las únicas poibles. Para esto ha sido necesario influir en las creencias de la población y la ideología dominante, transformando las representaciones de la gente. Esto se ha hecho aprovechando viejos estereotipos, haciéndolos evolucionar, reavivando algunos e inventando otros nuevos. Se han multiplicado igualmente las falsas informaciones para acreditar estos estereotipos y estas creencias y para darles cuerpo.

El ejemplo más célebre de falsas informaciones es sin duda la propaganda que precedió al ataque a Irak. Hoy ya nadie —fuera de los espectadores de Fox News— cree en la existencia de las armas de destrucción masiva iraquíes, o en los vínculos entre Saddam Husein y Al Qaida (a pesar de que algunos propagandistas particularmente tenaces se sigan empeñando en ello todavía). Pero estas falsas informaciones han permitido sin embargo construir una representación colectiva mucho más peligrosa para nuestras sociedades: la adquisición por grupos terroristas de armas de destrucción masiva. Este riesgo, a fuerza de ser martilleado por los medios y por los dirigentes políticos, ha adquirido una visibilidad propia, independizándose de las falsas informaciones que le hicieron nacer, y ha entrado en las representaciones colectivas occidentales como el escenario catastrófico por excelencia, que hay que impedir a toda costa y que justifica todas las acciones de los gobernantes. A este nuevo temor se le ha adjuntado la representación colonial del árabe rencoroso o subdesarrollado al que es necesario según los casos, combatir o civilizar. Se ha asistido igualmente a la reactivación de la retórica anti-totalitaria y su representación de un bloque democrático en peligro. Todas estas representaciones han sido vinculadas entre sí por la repetición y una presentación sesgada con el objeto de acreditar a los ojos de la opinión pública las orientaciones de los neo-conservadores. Estas representaciones han sido relacionadas o simplemente yuxtapuestas para ofrecer un cuadro ideológico que justificara la “guerra al terrorismo”.

No hay sociedad política viable sin la interiorización de un mínimo de convicciones comunes en torno a la necesidad de fidelidad a la comunidad y a la legitimidad del gobierno. El 11 de septiembre de 2001 la administración Bush no disfrutaba más que parcialmente de esta legitimidad dado que su elección estaba manchada de fraudes evidentes. Con el 11 de septiembre de 2001, el gobierno estadounidense consiguió imponer no sólo la creencia en su propia legitimidad sino también un cierto número de representaciones gracias a las cuales pudo concentrar entre sus manos un poder sin precedentes en la historia de ese país. Los aliados occidentales de los Estados Unidos se han servido igualmente de estas representaciones para llevar a cabo en todos los lugares del mundo políticas análogas que ofrecían a los estados poderes excepcionales que afectaban a las libertades de sus ciudadanos. Los mitos creados o reconstruidos han justificado igualmente una fidelidad de ciertos estados a los Estados Unidos, en el marco de la necesaria unidad de “Occidente” contra un peligro “islamista”. En el plano internacional, estas representaciones han permitido movilizar a las opiniones en favor de una política colonial presentada como de “legítima defensa”. Estas actitudes han suscitado muy pocas reacciones y protestas. Se puede explicar esto en parte por un proceso de interiorización de las creencias fundacionales martilleadas desde el 11 de septiembre de 2001. Al aceptar las representaciones del 11 de septiembre de 2001, los gobernados han aceptado más fácilmente las incomodidades. Según un mecanismo bien conocido, al enfrentarse a una regla obligatoria que lesiona sus intereses o le priva de su total libertad de iniciativa, el individuo se encuentra ante el siguiente dilema: rebelarse (con el riesgo de tener que pagar el precio si su resistencia es rota o de tener que aguantar el peso de su inconformismo cara al resto del grupo) o inclinarse ante la fuerza. Si entonces se le persuade de que está obedeciendo más a una norma de interés general que a una violencia externa, la segunda solución le resulta menos penosa a nivel de su autoestima, puede conservar entonces el sentimiento subjetivo de ser libre. Y hoy una gran parte del entorno mediático y político de los ciudadanos occidentales les empujan a aceptar esta sumisión como necesaria.

Hoy, habida cuenta del coste de la “guerra contra el terrorismo” y de sus fracasos, las prácticas son cuestionadas, pero las representaciones vehiculizadas por el trabajo de propaganda permanecen y es probable que desgraciadamente la cultura política dominante seguirá influida fuertemente y durante tiempo por la ideología de la “guerra contra el terrorismo”. Hoy las élites políticas y mediáticas se contentan con criticar a los dirigentes más cuestionados y a las acciones concretas de los políticos, pero sus fines permanecen legítimos. Las políticas llevadas a cabo se han desacreditado parcialmente, las falsas informaciones han sido identificadas a menudo, pero las representaciones dominantes perduran y continúan siendo validadas en los medios de comunicación dominantes. Esta tendencia se ilustra particularmente en las tomas de posición públicas y especialmente a través de las páginas de opinión escritas por estas figuras polítcas o mediáticas.

El peso de las páginas de opinión y de los expertos mediáticos

Históricamente las páginas de “opinión” aparecieron en los periódicos anglosajones como un contrapunto o un enfoque diferentes del editorial. Hoy estas rúbricas van no sólo en la misma dirección que los editoriales sino que propagan las mismas representaciones en la casi totalidad de cabeceras de la prensa dominante. Por supuesto existen los debates, a veces vivos, entre los autores de estos textos. Pero en la inmensa mayoría de los casos no hacen sino proponer los límites admitidos de la discusión en el interior de una misma corriente de pensamiento que ya ha asimilado e incorporado en su análisis las representaciones de la “guerra al terrorismo”. Más que dar una opinión sobre un hecho, las páginas de opinión sirven para validar la interpretación de los acontecimientos vehiculizados por los medios de comunicación dominantes, haciéndose eco ellas mismas del punto de vista de los dirigentes políticos. Las páginas de opinión, contrariamente a lo que dicen hacer, sostienen el mito de una verdad única y objetiva.

El periodismo pretende suministrar una verdad, pero muy a menudo esta verdad es presentada negando cualquier otra posibilidad de interpretación de un acontecimiento, como si un hecho no pudiera tener más que una única lectura posible, o cuando menos una sola lectura legítima. Las tribunas, los análisis de los “expertos” y los editoriales participan en este proceso de cosificación de los acontecimientos. Una vez que el acontecimiento ha sido objetivado al gusto de los medios dominantes, el debate puede desarrollarse en torno a la mejor reacción posible ante el acontecimiento, pero sin salirse de la lectura y de la representación hechas sobre el acontecimiento.

Hoy la difusión de las representaciones dominantes occidentales se hace en un marco mundializado que tiene sin embargo restringido el pluralismo de las opiniones. Mientras que los aduladores de la mundialización afirman que este proceso ofrece una apertura hacia una multiplicación de los puntos de vista, no se puede sino constatar, por el contrario, que la mundialización sólo permite una diversificación de las nacionalidades de los expertos mediáticos, pero una uniformización internacional de los análisis y de las representaciones. Lejos de haber permitido que pudieran expresarse puntos de vista provenientes de diferentes países, la mundialización sólo ha permitido que se expresaran todavía más ampliamente los puntos de vista y las representaciones de las élites de los países dominantes. Así se ha asistido en las páginas de opinión a la llegada cada vez mayor de figuras americanistas provenientes de diferentes estados, que vienen a mostrar al mundo entero la visión “de su país”, rechazando oficialmente cualquier toma de postura ideológica, siendo así que sus afirmaciones y opiniones sólo vienen a reforzar las representaciones dominantes de las élites occidenales.

Cierto número de organizaciones han tenido un impacto significativo en la difusión de las representaciones americanistas desde el 11 de septiembre. En el primer rango de estas estructuras se puede hablar de Project Syndicate, una asociación creada y financiada por la Fundación Soros y asentada en la República Checa. Esta asociación de fines no lucrativos se presenta como una estructura que desea ayudar al desarrollo de una prensa “democrática” en el mundo entero y suministra, gratuitamente, tribunas de “cabezas pensantes” a 288 periódicos en 115 países. Esta estructura, que trabaja con un número importante de antiguos ministros, antiguos jefes de estado y expertos mediáticos, sirve sobre todo como difusor mundial del pensamiento dominante, influyendo en las representaciones de los individuos mediante la repetición de los textos y por su amplia difusión. Project Syndicate no es el unico en hacer este trabajo, pero es sin duda la organización que consigue más resultados. Otras estructuras como, por ejemplo, New York Times Syndicate o Tribune Media Services International consiguen igualmente un gran eco.

Como ya lo ha demostrado la rúbrica Tribunas y Análisis de la Red Voltaire, estas estructuras permiten que una sola tribuna o un pequeño grupo de tribunas dispongan de lo esencial del derecho al análisis de los medios de comunicación dominantes, haciendo de sus planteamientos el único análisis posible y de sus autores figuras mediáticas incuestionables, por el hecho de su aura mediática. Así por ejemplo el opositor egipcio Saad Edin Ibrahim, experto del Project Syndicate y del gabinete de relaciones públicas Benador Associates, ve cómo, ante cada acontecimiento relacionado con Egipto, sus comentarios y análisis ocupan una quincena de títulos de la prensa diaria internacional. Esta ominipresencia mediática hace mucho por su prestigio y refuerza su legitimidad para expresarse sobre este tema. El autor se beneficia de un círculo vicioso: aparece incuestionado en sus análisis porque todo el mundo le cita y todo el mundo le cita porque aparece incuestionado... Y es que sus análisis adoptan perfectamente las representaciones dominantes en el corazón de la ideología de la “guerra contra el terrorismo”.

Jugando a fondo la carta de la legitimación cruzada y de la consagración mediática, las redes de expertos se legitiman entre sí “debatiendo” y “enfrentándose” en todos los medios de comunicación del globo, citándose entre ellos, alabándose sus trabajos los unos a los otros, asegurándose así a la vez su incuestionabilidad y la de las ideas que difunden.

Nuevos medios de comunicación para un debate nuevo

Hoy la “guerra contra el terrorismo” tiene sus representaciones y sus autoridades, sus sabios, instalados en la práctica totalidad de los medios de comunicación dominantes. Sin embargo, a pesar de la fuerza de este discurso, se constata que el 42 % de los estadounidenses estiman que se les ha mentido sobre el 11 de septiembre, aunque ningún medio de comunicación de masas haya puesto en cuestión la versión oficial de los atentados. En Francia, la prensa atlantista sufre una caída de ventas mientras que la prensa que se reivindica de un pensamiento alternativo (sea justificada esta etiqueta o no) ve cómo progresan sus ventas o, cuando se trata de internet, cómo aumenta la frecuencia de visitas.

Aunque siguen siendo la primera fuente de información de la población occidental, los medios de comunicación dominantes están en crisis y sufren los contragolpes de sus tomas de partido ideológicas, a pesar de que sus representaciones continúen siendo eficaces. Desgraciadamente la mayoría de los medios que reivindican un punto de vista diferente permanecen prisioneros de las representaciones dominantes, cuando no son pura y simplemente filiales de los medios dominantes adaptados por una perspectiva de márketing a la parte de la población que rechaza la prensa consensual. La mayoría de los medios de comunicación “alternativos” se contentan con criticar las políticas propuestas por las élites sin enfrentarse directamente a las representaciones dominantes. ¿Cuántos periódicos que se tienen por transgresores se contentan con buscar “otros métodos” para “combatir el terrorismo” o se lamentan del grave peligro que representa “el islamismo”, siempre percibido como la amenaza global más grave, o bien recomiendan tomar de la mano —en un estilo colonial “light”— a los países emergentes?

Para transformar concretamente el panorama político internacional conviene oponerse frontalmente a la ideología y a las representaciones del 11 de septiembre. Para esto, es necesario analizarlas, cuestionar sus fundamentos y suministrar un punto de vista distinto. Poner en el corazón de los nuevos medios la pluralidad de opiniones y de aproximaciones a las cuestiones internacionales que, por el momento, no tienen cabida en los medios dominantes. Si hacer medios de comunicación “diferentes” consiste simplementeen responder de manera diferente a las cuestiones que surgen “naturalmente” de las representaciones dominantes, entonces se acredita y se valida estas cuestiones y las representaciones que las sostienen.

Para cambiar las representaciones dominantes es necesario dar la palabra a los analistas o incluso a simples ciudadanos que desarrollan una experiencia diferente o que, por la simple expresión de su experiencia cotidiana, pueden cuestionar los fundamentos de la ideología de la “guerra contra el terrorismo”. La Red Voltaire, gracias a su red de prensa y a su apertura internacional, tiene el potencial para obtener eco a sus opiniones. Podemos contribuir a cambiar las problemáticas sesgadas del debate internacional actual.

Esto necesitará la movilización de personalidades de todos los horizontes que hayan desarrollado análisis originales sobre las grandes cuestiones de hoy, dar su verdadero sentido a la palabra “debate” y dar a sus puntos de vista un eco importante, a través de nuestro portal y a través de una red de prensa internacional. En definitiva, hacer tambalear las bases del debate tradicional difundido por los medios de comunicación dominantes, superponiendo a las grandes redes de comunicación y de propaganda una contra-red cuyo objetivo debe ser construir contra-representaciones que permitan socavar los fundamentos del programa colonial de la “guerra contra el terrorismo”.


Fuente: Red Voltaire
Traducción Observatorio de la Islamofobia